Editoriales

Editorial 208

 


Odio y resentimiento

 

El odio es un sentimiento de aversión hacia una persona. El odio va acompañado del deseo de evitarla, perjudicarla o destruirla.


El odio no es necesariamente irracional. Es razonable odiar a gente u organizaciones que amenazan la existencia o hacen sufrir, o cuya supervivencia se opone a la propia. La gente suele odiar a lo que se opone a su salud y bienestar. Entre las cosas odiosas para mucha gente están el capitalismo, el socialismo, el nazismo, el comunismo, la guerra, el terrorismo, la esclavitud, las religiones, el genocidio y el autoritarismo, porque son percibidos como enemigos del bienestar y de la paz.


Muchos odian de forma espontánea, sin procesar las razones de su odio, sin embargo, sienten que el odio les produce un estado placentero.

El odio es con frecuencia el preludio de la violencia. Antes de la guerra se enseña a la población a odiar al enemigo o régimen político. Es común inculcar en los soldados, el odio hacia el enemigo.

El racismo, el terrorismo y la xenofobia estimulan el odio.


El odio sigue siendo el principal motivo de los conflictos armados como la guerra y el terrorismo. No es fácil saber cuándo el odio tiene una base lógica y cuándo el odio se contagia emocionalmente y se convierte en algo visceral.


¿Cómo se genera el odio?


El ser humano posee mecanismos internos de desarrollo que obedecen a leyes genéticas de evolución; estas fuerzas de desarrollo son independientes y escapan al control humano. Impulsan al desarrollo, a la creatividad, a la expansión y a la sociabilidad. Gracias a estos mecanismo, la naturaleza humana se ha abierto camino a lo largo de la historia y ha sobrevivido a situaciones a veces insostenibles.


El ser humano también posee mecanismos de defensa ; son lo opuesto a los mecanismos de desarrollo. Son conductas instintivas, su objeto es la supervivencia. Proceden de la mente reactiva. La mente reactiva es instintiva. Ante cualquier amenaza el ser humano tiende a actuar de forma violenta. La mente reactiva se expresa en forma compulsiva, generando conductas desadaptadas, ineficaces y conflictivas.


Estos mecanismos son ciertas estrategias que utiliza la mente para proteger el equilibrio psíquico y la autoestima. Estas estrategias permiten sobrevivir temporalmente, pero no resuelven el problema real y un problema psicológico no resuelto, tiende a agravarse.


Nadie nace con amor ni con odio. El amor y el odio son conductas aprendidas en respuesta a estímulos provenientes del medio ambiente. Son los padres quienes programan a sus hijos para el amor o para el odio, a través de sus mensajes, actitudes y comportamientos. Esta programación se realiza en la primera infancia, que es cuando el niño pone las bases de sus estructuras intelectual y afectiva.


Esta programación se realiza de forma inconsciente y tiende a funcionar de forma automática a lo largo de la vida; sin embargo, el ser humano tiene una conciencia, es inteligente y libre y puede controlar esta programación, por lo cual, es responsable de sus decisiones y paga las consecuencias de sus errores.


Cada persona decide qué ideas, valores, sentimientos y conductas desarrolla a lo largo de su vida.
El odio se alimenta de la envidia, del temor, del fracaso, de la frustración, de la ignorancia, de los prejuicios, del resentimiento, de la falta de valores.


Cada persona de forma individual tiene conciencia y capacidad para reflexionar sobre su comportamiento, pero cuando está en grupo se impone la dinámica de la masa social y es suficiente un líder poderoso para reducir la capacidad de análisis y decisión de todo un grupo y arrastrarlo en la dirección que desea. De esta forma Hitler sembró en el pueblo alemán el odio a los judíos y condujo al país al desastre. El terrorismo siembra el odio y el fanatismo en muchos jóvenes y los implica en una lucha sin fin. De la misma forma, muchos dictadores inculcan el odio en sus secuaces y los fanatizan para que actúen de forma radical y defiendan su proyecto, si es necesario a costa de su vida.


El odio hace que las personas pierdan toda capacidad de reflexión y que justifiquen todo lo que hacen, convirtiéndose en actores o cómplices de barbaridades y, hasta de crímenes de lesa humanidad.


El odio es considerado como un sentimiento natural en contra de todo lo que nos perjudica, pero en el fondo indica falta de evolución. No podemos vivir odiando o combatiendo a quienes no son o no piensan como nosotros.


Las personas evolucionadas no odian; entienden que existen personas distintas, que piensan y actúan de otra forma y tienen derecho a ser como son, a pensar como piensan y a actuar como actúan.

Por último debemos admitir que el odio es un sentimiento tan natural como cualquier otro. Toda persona lo experimenta en algún momento; pero existen odios que son inmorales.


Tú tienes derecho a ser como eres y a pensar como piensas. De la misma forma y por las mismas razones, los demás tienen derecho a ser como son y a pensar como piensan. La regla que debe regir las relaciones humanas es el respeto a los derechos de los demás "No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti" y "Trata a los demás como quieres que te traten a ti"


El odio es causa de fracaso y frustración porque la persona en vez de actuar en base a mecanismos de desarrollo se deja manejar por las fuerzas instintivas y llega a cometer muchos errores.

 

El resentimiento

El resentimiento nace de las expectativas frustradas. Cuando las personas no cumplen con lo que esperamos de ellas, nos sentimos frustrados. Así comienzan los resentimientos.

Una persona resentida desea vengarse. Quiere que el otro sufra el mismo dolor que está sintiendo, y, por tanto, lo primero que se le ocurre es retirarle su amor, su afecto y su amistad. Esta venganza le hace sentir bien, pero sólo de forma momentánea, porque el problema sigue latente.


El resentimiento cambia la perspectiva de la relación. La persona resentida comienza a ser menos benévola con el otro; algunas cosas que antes no le molestaban ahora las encuentra insoportables, y, aún más, lo que todavía funciona bien entre los dos, empieza a parecerle falso o sin sentido.


Esto lo aplica no sólo al presente, sino también al pasado. Comienza a reinterpretar los hechos del pasado y allí encuentra muchos motivos de queja.


Cuando las cosas llegan a este punto, lo único que espera la persona resentida es que el otro se dé cuenta de “lo que hizo mal” y se disculpe. Pero puede ocurrir que el otro no tenga idea del daño que ha causado.


Nadie puede leer tus pensamientos ni saber lo que quieres o esperas. Si quieres relaciones claras debes establecer acuerdos claros.


Cuando no se expresan claramente las expectativas entre las partes, a veces es difícil obrar como el otro espera, aún teniendo la mejor disposición para hacerlo.


Las expectativas no expresadas son una fuente potencial de malos entendidos, de frustraciones y de heridas. Aún cuando la otra persona (jefe, compañero de trabajo, vecino, amigo, empleado, hijo, pareja o familiar) trate de hacer bien las cosas.

El más perjudicado con el resentimiento es el que lo produce, debido a que el resentimiento es una conducta muy elaborada y para producir el resentimiento se necesita movilizar gran cantidad de energía. El resentimiento genera un estado mental tenso que tiende a invadir otros espacios mentales. Esta energía actúa como búmeran y se vuelve contra sí mismo. Las personas resentidas suelen ser muy infelices porque viven rumiando habitualmente las frustraciones y la rabia.


Es necesario hablar, dialogar, escuchar, llegar a acuerdos, entender, comprender y perdonar. Puedes elegir perdonar. Siempre hay razones para perdonar, sin embargo, no es fácil perdonar porque somos hijos de la cultura del "diente por diente" pero si no perdonas, además de tener un problema con los demás, tendrás un problema contigo mismo que te corroerá la mente.


Necesitamos hacer un esfuerzo todos los días para comprender a los demás y perdonar muchas cosas, sobre todo en tiempos de crisis política, económica y social, pues activan los temores y también la violencia.


El perdó n es una virtud y también una señal de salud mental y de inteligencia


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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