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Editorial 196

 


Esperanza

 

La esperanza es como una luz al final del camino.

La vida está hecha de realidades y también de ilusiones y esperanzas. Todo lo que hacemos en la vida está impulsado por la esperanza de lograr cosas que consideramos importantes.


La esperanza es un mecanismo que nos mantiene vivos y en acción. Aunque la cosas vayan mal, siempre existe la esperanza de que puede haber una solución. Y, cuando se pierde totalmente la esperanza, queda el instinto de vida. Si no fuera por la esperanza y por el instinto de vida, muchas personas se suicidarían.


La fe, la esperanza y la caridad son consideradas como virtudes teologales. Son virtudes fundamentales de la religión, pero también son virtudes fundamentales de la vida. Necesitamos creer en nosotros y en la gente. La credibilidad es la base de toda relación humana. Nuestra vida se basa en la fe. Son muy pocas las cosas que podemos comprobar por nosotros mismos. Toda la información que nos ofrece la historia , las ciencias, los libros, la T.V. etc. supone un acto de fe.

 

El futuro supone un acto de esperanza. Siempre esperamos que las cosas mejoren. La esperanza se alimenta de la fe y de la ilusión. La fe, la esperanza y el amor son las fuerzas que mueven el mundo.


Existen muchas clases de esperanza, unas se refieren al logro de cosas materiales necesarias para sobrevivir y mejorar la calidad de vida. Otras se refieren al logro de valores internos, tales como: mejorar la autoestima, aprender, sentirse más seguro, más libre, triunfar.


Para quienes creen en Dios, existe la esperanza permanente de su presencia, de su compañía y de su ayuda en esta vida y existe la esperanza de un encuentro en el más allá con Dios y con los seres queridos que nos han precedido. Todas estas esperanzas son fuente de energía, de alegría y de ilusión.


La esperanza nos ayuda a sobrellevar la angustia existencial, (la angustia del tiempo que pasa inexorable llevándose todo lo que amamos. La angustia de la vejez, de la soledad y de la inevitable muerte ) La esperanza es como una luz al final del camino.


En la Divina Comedia hay una frase terrible escrita a la entrada del infierno, dice así: "Los que entráis aquí perded toda esperanza"

Hace años visité Venecia. Entre sus monumentos está el Palacio Ducal. Es uno de los símbolos de la gloria y del poder de Venecia. El palacio fue residencia de los dux, sede del gobierno, corte de justicia y prisión.
Hay un puente cerrado que une el palacio con la prisión. Los condenados podían ver el cielo por última vez a través de una pequeña ventana al cruzar el puente. A la entrada de la prisión hay un letrero que dice: "Los que entráis aquí perded toda esperanza"
En esta visita me sentí muy mal. Pensé en lo terrible que es vivir sin esperanza, sin fe y sin un lugar a donde llegar...


En el fondo del corazón humano siempre hay una fe y una esperanza de que las cosas pueden cambiar, de que puede ocurrir un milagro. La vida humana es imposible sin un poco de fe y de esperanza. Mientras hay esperanza el cuerpo y la mente luchan por sobrevivir. Esto explica el hecho de que miles de personas han sobrevivido a circunstancias inverosímiles, impulsadas por la fuerza de la esperanza.


Cada día aumenta el número de personas que viven encerradas en su propia prisión, debido a una vida competitiva y globalizada que nos acerca desde el punto de vista físico pero nos distancia desde el punto de vista afectivo.


La soledad y la falta de fe y de esperanza se instalan cada día más en la vida de las personas. A esta situación no se llega de repente, es el resultado de un proceso en el que se van deteriorando la autoestima, la motivación, las relaciones...


La mayoría de las personas casi no se dan cuenta de su deterioro progresivo. Sienten que algo anda mal pero no logran identificar el problema concreto ni toman decisiones importantes para cambiar. Están atrapadas en la dinámica de la vida. La necesidad de satisfacer tantas necesidades creadas no les deja tiempo para reflexionar y buscar alternativas para el propio desarrollo, y, sin desarrollo no hay solución.


Además, la mayoría de las personas no desean reflexionar porque la reflexión les pondría de cara a la verdad y la verdad es exigente y reclama rectificación; por esta razón la gente se resiste a cambiar. Todo cambio es incómodo debido a que exige esfuerzo y la gente prefiere la comodidad.


En consecuencia, la gente se adaptan a sobrevivir y no les interesa el desarrollo. Como es lógico, estas personas no pueden tener ni fe ni esperanza sólidas, porque carecen de verdadera consistencia moral. Pueden ser personas educadas, "buenas" etc. pero su estructura mental es débil en muchos aspectos.


Las personas que más esperanza tienen son las que menos la necesitan. Se trata de personas eficaces, capaces de resolver las cosas. Estas personas saben que pueden controlar las situaciones y que en la vida lograrán casi todo lo que esperan porque dependen de ellas y no de las circunstancia externas.


La esperanza es un hábito que se adquiere a través de la educación y se fortalece o debilita dependiendo de las actitudes habituales de la persona. La esperanza está asociada a la fe, la autoestima, la capacidad y el éxito.


Quienes tienen fe en Dios, en la gente y en sí mismos, poseen una esperanza sólida que se convierte casi en la certeza de que lograrán sus objetivos. Esta clase de esperanza es activa, estimula todas las capacidades mentales, genera motivación, creatividad, responsabilidad, alegría de vivir, perseverancia. Esta es una de las razones por la cual, la fe en sí mismo y en instancias superiores es fundamental.


La frase "La fe mueve montañas" es cierta, pero sólo para quienes creen. Cuando una persona tiene verdadera fe en sus proyectos, encontrará la forma de llevarlos adelante, y donde nadie puede hacer caminos, la persona que tiene esperanza construirá autopistas.


Cuando la esperanza se refiere a proyectos importantes para el propio desarrollo o para ayudar a las personas, el poder que genera la esperanza es inmenso. Esto explica las obras que han realizados los grandes líderes de la humanidad (Buda, Cristo, Confucio, Gandhi, madre Teresa de Calcuta,... Su único poder era su fe y la esperanza cierta de que su mensaje echaría raíces en la conciencia de las personas.

El nivel de esperanza de las personas está relacionado con su nivel de fe y de autoestima y también con su actitud ante la vida.


Existe una esperanza pasiva que consiste en esperar. Esperar soluciones que vengan de fuera. Esperar de Dios, esperar de la gente, esperar que cambien las cosas. Esta esperanza es negativa porque paraliza. "Reza como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti". San Agustín

 

Dios, la gente y la vida, actúan de una forma o de otra, creando las circunstancias actuales en las que nos toca vivir, pero nadie puede esperar que Dios, la gente o la vida resuelvan lo que cada uno tiene que resolver.


La experiencia nos enseña que cada uno es lo que hace de sí; de modo que, no esperes de Dios, ni de nadie, lo que tienes que lograr con tu propio esfuerzo.


Todas las personas se hacen grandes esperanzas respecto del futuro, sobre todo, los niños y los jóvenes, luego, a medida que pasan los años, lo sueños e ilusiones van dando paso a la realidad y, en muchos casos, a la desilusión y a la desesperanza. Es tan grave vivir de ilusiones como de esperanza. Lo ideal es el equilibrio.


Es necesario tener ilusiones porque las ilusiones activan la inteligencia emocional y la creatividad. Una persona sin ilusiones será mentalmente recortada y mediocre en sus acciones; pero tampoco es bueno tener expectativas exageradas ni proyectos que no podamos controlar con facilidad.


Tus ilusiones, tus ambiciones y tus esperanzas deben ser lógicas y posibles. De todos modos, no seas cobarde; sin ciertos riesgos no se llega nunca a nada.


En general todos hemos sido educados de forma represiva y nos han enseñado a esperar órdenes para actuar. Ahora ya somos adultos, pero cuando surge una situación que reclama nuestra acción, se activa el suiche de esperar órdenes grabado en la infancia y en vez de pensar en la forma de actuar nos quedamos a la espera de que las cosas cambien.


Como ya indicamos en otro lugar, llama la atención el hecho de que la esperanza estuviera en la caja de Pandora, que contenía todos los males del mundo, y llama la atención el por qué los antiguos griegos consideraban la esperanza como un mal. Si buscamos la definición de esperanza encontramos que es "el hecho de desear que algo se cumpla". Pero, ¿qué podría haber de malo en desear algo y sentarse a esperar que ocurra?


La máxima que se contrapone a la esperanza es: "Nadie puede hacer el trabajo por ti". Tú eres el constructor de tu propia vida. Es por esto que no podemos andar por la vida persiguiendo fantasmas y esperando que se cumplan nuestros deseos. Somos nosotros quienes tenemos que trabajar para lograr nuestros objetivos.


Si nos enseñaran desde niños a entender que las cosas importantes de la vida como son: el conocimiento, la libertad, el éxito y la felicidad no nos lo puede dar nadie porque son una conquista personal, entonces tendríamos menos esperanza ilusa y más esperanza real, basada en nuestra propia capacidad y motivación


A veces pareciera que la esperanza es la mejor forma de enfrentar la vida. Sin embargo, la esperanza puede convertirse en un recurso para evadir la realidad y huir hacia mundos irreales en lugar de luchar por hacer de tu vida algo extraordinario, lo cual es grave. Visto de esta forma, la esperanza puede ser un mal, que adormece la conciencia y debilita la voluntad. Con frecuencia la esperanza convierte al hombre en niño, al no dejarle que asuma el control de sus actos. Cuántas cosas hemos perdido en la vida por esperar de las personas cosas que al final no han llegado.

La vida nos ha dado todo lo que necesitamos para triunfar y ser felices. Las personas, a medida que maduran y adquieren experiencia real de la vida tienden a ser más objetivas y a esperar poco de la vida y de la gente, porque están conscientes de que existen leyes naturales que rigen todo y según estas leyes cada uno es lo que hace de sí, tiene lo que ha producido, sabe lo que ha aprendido y sólo puede lograr lo que es capaz de lograr.

Las demás personas están fuera de nosotros, sólo son compañeros de camino a los cuales tenemos mucho que agradecer, pero la realidad verdadera es que, esperando que las cosas cambien no lograremos nada. Necesitamos luchar para cambiar las cosas.

A lo largo de tu vida, cuántas oportunidades has perdido por esperar, por confiar...
El depender de los demás hace que tengamos que esperar que ellos decidan para comenzar a movilizarnos. Nuestra vida no puede depender de las decisiones de los demás. Necesitamos tener nuestros propios proyectos... Necesitamos tener varias alternativas.


Necesitamos cierto grado de esperanza para mantenernos en acción. Cuando se pierde la esperanza el cerebro se niega a luchar, pero una esperanza excesiva es propia de personas dependientes, inseguras, temerosas e indecisas. Las personas emprendedoras son creativas y activas, no viven de la esperanza sino de la certeza que les da su capacidad y su eficacia. Las personas emprendedoras no tienen paciencia para esperar, su din{amica interna les impulsa a la acción.


Sin embargo, en esta vida complicada, en donde las cosas no siempre van bien, la esperanza es un mecanismo postivo que puede ayudarnos mientras encontramos la solución. Pero, resulta peligroso vivir habitualmente de la esperanza, porque nos acostumbramos a ella y no actuamos.


Todo en la vida tiene un proceso, por lo cual, hay que tener paciencia; saber cuando hay que actuar y cuándo hay que esperar.


Es fundamental prever las cosas, estar alerta y tener bajo control las cosas importantes; entonces, podrás esperar lo mejor.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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