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Editorial 148

 


Ley de Correspondencia

 

La ley de correspondencia es lógica y justa. Según esta ley, cada persona tienen lo que merece.

Si plantas una semilla es lógico que nazca un árbol. Si estudias, es lógico que aprendas. Si cuidas tu salud, es lógico que seas sano. Y, si siembras vientos, es lógico que coseches tempestades.


La vida es como un espejo, nos devuelve nuestra propia imagen. Lo que nos sucede es el reflejo de lo que pensamos y de lo que hacemos.


¿Qué esperas de la vida? ¿Sientes que has recibido el premio justo a tu esfuerzo? En caso contrario, piensa en qué has fallado y recuerda: "Para que cambien las cosas debes cambiar tú; si sigues haciendo lo que has hecho hasta ahora recibirás lo mismo que has recibido hasta el presente"


La mayoría de las personas son infantiles y esperan de la vida cosas materiales; mientras que, las personas desarrolladas esperan sabiduría y libertad.


La cualidad fundamental que diferencia al hombre de los animales es la conciencia y la libertad; por tanto, lo más grande que puede otorgarte la ley de correspondencia es el logro de mayor conciencia y mayor libertad, a partir de lo cual lograrás todo lo demás. Sin conciencia y sin libertad es muy poco lo que puedes lograr.


Es posible que esta idea no te haga mucha gracia porque eres una persona práctica, acostumbrada a lo concreto y a lo útil, pero tal vez cambies de opinión cuando comprendas que la conciencia y la libertad son los valores máximos de la evolución.


El hombre es libre. La raíz de la libertad está en el libre albedrío; pero el libre albedrío no es garantía de libertad, es sólo una condición para que la libertad se haga posible.


El hombre es un ser inteligente, aunque en la práctica, su inteligencia está poco desarrollada, por lo cual, sus conductas obedecen más a mecanismos de supervivencia que de desarrollo. En consecuencia, el hombre tiene poca libertad.


La libertad, en principio, es sólo un potencial que necesita desarrollarse como las demás capacidades.


"El hombre está condenado a ser libre".Ortega y Gasset. A correr riesgos, a decidir y a ser responsable de sus actos


El hombre es libre porque no es enteramente una realidad material; tiene una parte (la inteligencia y la conciencia) que se sustraen al determinismo. Esta parte le permite ser él mismo, único, consciente y protagonista de su destino.

El grado de libertad está directamente relacionado con el grado de desarrollo y de conciencia.
Aprende a cambiar lo que puedes cambiar

Aprende a cambiar lo que puedes cambiar y acepta lo que no tiene solución. No intentes encontrar la razón de todo; trata de encontrar la razón de tu vida, y, sobre todo, crea las condiciones para que te suceda lo mejor.


La ley de correspondencia nos invita a ser responsables y a programar mejor nuestra vida, conscientes de que "eres lo que haces" y "recibes lo que das".

En la vida, todo influye en todo, pero no todo tiene un efecto inmediato. Muchas personas esperan ser recompensadas por aquellos a quienes ayudan y al no ser correspondidas se sienten traicionadas y frustradas. "Haz el bien y no mires a quien". Ayuda a quien te necesita porque al hacerlo estás creando las condiciones para que alguien te ayude.


La ley de correspondencia afirma que cada uno recibe lo que da. La ayuda puedes recibirla de muchas formas. Con frecuencia, la vida premiará tu generosidad trayéndote más dificultades, lo cual, visto desde el punto de vista humano, resulta un castigo; sin embargo, son esas dificultades las que te obligan a superarte y a valer más cada día. Si no fuera por las dificultades que has tenido que superar hoy valdrías muy poco como persona.


Los fracasos y frustraciones que has sufrido deben haberte hecho más humilde, prudente y compresivo e inteligente. Sin embargo, son pocos los que aprenden de sus fracasos. Esta es la razón por la cual los seres humanos seguimos cometiendo los mismos errores durante toda la vida, sin darnos cuenta del daño que nos causamos.


El instinto nos impulsa a huir del dolor y a buscar el placer y la felicidad. El hecho de haber sufrido hace que las personas valoren más el placer y la felicidad. En realidad, nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde. Sólo el enfermo comprende el valor de la salud. Sólo el preso aprecia el valor de la libertad y sólo el condenado a muerte valora la vida.


En este momento me viene a la mente la historia de un preso que fue condenado a muerte. Durante más de veinte años permaneció encerrado esperando el día fatal. Finalmente fue condenado a morir en la cámara de gas. Antes de morir pidió a su carcelero un último favor: Que el día de su muerte le sacara al patio al amanecer para poder contemplar la salida del sol. Durante los veinte años que pasó en la cárcel comprendió lo maravilloso que es levantarse todos los días y asistir al espectáculo del nacimiento del sol. Cuántas maravillas desfilan cada día delante de nuestros ojos pero no las percibimos porque no hemos desarrollado la sensibilidad necesaria. Cuenta todo lo que te ha obsequiado la vida y comprobarás que has recibido mucho más de lo que mereces.


Elabora una lista de todos los bienes que has recibido. (La vida, la salud, los sentidos que te permiten ver tantas cosas bellas, la inteligencia que te permite conocer el significado de todo; la conciencia para que juzgues entre el bien y el mal, la capacidad de amar, de crear y de ser feliz ¿Qué más necesitas? Lo único que necesitas es aprender a utilizar los bienes recibidos y a disfrutarlos cada día corno si fuera el último de tu vida.

En realidad, la ley de correspondencia es justa, pero, sobre todo, es magnánima. La vida nos ofrece bienes a manos llenas; sin embargo, la mayoría de las personas, en vez de luchar por ellos con inteligencia y constancia, viven quejándose como si la vida tuviera la culpa de su irresponsabilidad.


La ley de correspondencia enseña que el desarrollo es el mayor bien de la vida porque de él se derivan infinidad de beneficios; pero la vida que nos ha obsequiado todos los bienes que hemos señalado no nos obsequia el desarrollo, ni el éxito, ni la libertad, ni la felicidad, porque el logro de estos bienes es responsabilidad de cada persona.


Muchas personas se quejan de su infortunio y alegan mil excusas y razones para justificar su ignorancia, su pobreza y su fracaso, pero la ley de correspondencia no acepta razones ni excusas. Todo ser humano está obligado a triunfar en la medida de sus posibilidades, o, de lo contrario, debe atenerse a las consecuencias.


Los seres humanos esperan mucho de la suerte o de los demás. La suerte la construye cada uno y los demás no pueden ayudarte mucho porque el desarrollo es una decisión personal; de modo que, elabora tu proyecto de vida y sé protagonista de tu propio desarrollo. No dejes que otros piensen y decidan por ti. No permitas que otros te resuelvan lo que tú debes resolver, porque, cada vez que te ayudan más de lo conveniente pierdes una oportunidad de crecer.


Muchas personas quieren lograr el éxito sin alcanzar el desarrollo necesario para ello; en consecuencia, se sienten frustradas y piensan que no existe justicia en la tierra. Tenemos que admitir que la ley de correspondencia es justa. A veces la vida nos paga con una moneda que no esperamos. La vida siempre paga aunque no nos enteramos de cuándo, dónde ni cómo. De igual modo, la vida castiga, aunque no tengamos conciencia de cuándo, dónde ni cómo nos castiga.


A medida que las personas maduran se hacen más reflexivas y comprenden mejor las causas de sus fracasos y de sus éxitos. Reconocen que han tenido muchas oportunidades que no han sabido aprovechar, por temor, por pereza o por indecisión. En numerosas encuestas realizadas, todas las personas manifiestan que si pudieran comenzar de nuevo serían mejores personas.
Toma nota y mejora tu calidad como persona ahora que estás a tiempo.

La ley de correspondencia es un estímulo para las personas de buena voluntad; les recuerda que la vida es justa y que cada uno recibirá de alguna forma el premio justo a su esfuerzo. También es una advertencia para las personas deshonestas, irresponsables y mediocres, recordándoles que nada escapa a la justicia. Las personas pueden engañar a los demás y, hasta pueden engañarse a sí mismas, pero nadie puede engañar a la naturaleza.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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