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Editorial 145

 


Temor a Dios

 

El hombre prehistórico era telúrico y animista; vivía en una naturaleza poseída por fuerzas mágicas. Todo era energía y vida. Las rocas, los ríos, los árboles y los animales estaban habitados por espíritus invisibles que poseían poderes sobrehumanos y ejercían un dominio tiránico sobre el hombre.


El trueno y el rayo eran dioses airados mensajeros de la muerte. En este escenario hostil, el hombre sólo contaba con su instinto de supervivencia. Su inteligencia rudimentaria estaba incapacitada para comprender el esplendor y la naturaleza de las cosas; pero el hombre es religioso por naturaleza y siente, que más allá de las cosas, existe alguien que es el origen y el fin de las mismas.


Podemos imaginarnos la odisea del hombre primitivo en un mundo poseído por espíritus; pero vamos a remontarnos únicamente unos milenios atrás y a ubicarnos en las estepas del Asia central, donde vivían turcos, otomanos, tártaros y hunos. La tierra era pobre, árida e inhóspita, lo que determinó en sus habitantes una visión sombría de la vida y desarrolló en ellos un carácter duro, agresivo y violento. Esta actitud se proyectó en su concepción mágico - religiosa de la vida. Sus dioses eran hostiles, crueles y vengativos, hechos a la medida e imagen de sus propios sentimientos.


En áfrica la naturaleza posee una bondad natural, lo que hacía que las fuerzas naturales y los espíritus fueran menos hostiles. Los hechiceros eran hombres sabios que procuraban alianzas pacíficas con los espíritus.

En las grandes culturas (Indica, China, Egipto, Grecia y Roma) el concepto religioso alcanzó alto grado de evolución, como lo demuestran sus complejas mitologías, ritos y ceremoniales.

El descubrimiento de la escritura marcó el ocaso de la prehistoria y el inicio de una historia nueva, caracterizada por la rápida evolución de la inteligencia, de la conciencia y de la libertad.


A medida que el hombre fue descubriendo las leyes que rigen la naturaleza se fue liberando de esa visión mítica, mágica y supersticiosa y los dioses pasaron a ser seres personales, con atributos específicos. En general eran dioses justos que vivían en el Olimpo y se limitaban a regir la naturaleza y a supervisar la vida de los hombres para juzgarles de acuerdo a sus obras.

El gran paso hacia el monoteísmo lo dio el judaísmo, cuya historia, contenida en la Biblia, nos muestra la lucha constante entre el instinto salvaje y las fuerzas de evolución.

Pero fue Cristo, heredero del judaísmo, quien perfeccionó la ley del Viejo Testamento y nos hizo la gran revelación de que Dios es amor. Y si Dios es amor, no hay razón para temerle. Sin embargo, han pasado dos mil años y la humanidad aún no ha asimilado este mensaje. Entendemos que la evolución es un proceso lento; pero también entendemos que falta voluntad en las instancias políticas, religiosas, familiares y sociales para que la evolución se haga realidad.

Definitivamente, el ser humano es religioso por naturaleza. Así como el río corre hacia el mar; el hombre tiende hacia Dios. “Señor nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. San Agustín.

Para Marx, la religión es el “opio del pueblo”. Piensa que la religión es la forma primera y primordial de alienación. El hombre primitivo, ante su impotencia para controlar las fuerzas naturales, inventa dioses a quienes puede recurrir cuando necesita ayuda. Luego inventa ritos, sacrificios y ofrendas con el fin de controlar la ira de los dioses y merecer su protección, dando así origen a la religión.


El ateísmo es una rebelión contra la autoridad, contra la ley; un deseo de liberarse de temores, de culpas, de dependencias. El hombre tiene miedo a Dios, a quien se percibe como un peligro y tiene miedo al misteri y al más allá, y la mejor forma forma de evitarlo es negarlo. “Si Dios no existe, entonces yo soy dios, mi voluntad es libre y puedo hacer lo que quiero” Dostoievski pone estas palabras en boca de Kirilo, héroe de los endemoniados.

El ateísmo moderno quiere liberar al hombre del sometimiento a Dios, de una moral exigente y de la culpa. Quiere lograr el encuentro fraterno de todos los hombres. La intención es buena, pero ¿Cómo podrán hermanarse los hombres si carecen de la referencia de un padre común?. Sin un padre, los hombres podrán ser amigos pero no hermanos.


Es posible que algún día muera ese dios falso que hemos creado a nuestra imagen y semejanza, pero el Dios de la creación y de la vida; el Dios de la verdad, de la justicia y del amor, ese Dios no puede morir. Podemos llamarlo Principio, Causa, Energía, Elán vital, El gran Arquitecto, etc. No inportal el nombre que le demos, lo importante es que transciende todos los límites de este mundo contingente. él da vida, sentido y unidad al mundo, y rige todo con sabiduría y bondad. ese Dios ha otorgado al hombre la capacidad de desarrollarse, de crecer en libertad y de ser feliz.


De una forma o de otra, todos percibimos la necesidad de un Dios como única respuesta lógica y convincente ante el misterio infinito de la creación y de la vida.


Una de las cosas que más me impresionan es la idea de que existen estrellas que están enviando su luz desde hace millones de años y esa luz aún no ha llegado a nosotros a pesar de que viaja a trescientos mil kilómetros por segundo.


El universo, el cerebro y el código genético son las tres cosas más impresionantes por su compejidad y perfecto funcionamiento. Las cuales suponen la existencia de una inteligencia superior. Existen ciencias como la Teodicea que demuestran la existencia de Dios de modo racional; pero esas pruebas sirven de poco, pues la fe en Dios depende más de motivaciones psicológicas que de razones cognitivas.


Por qué existe el ateísmo
Existen muchas motivaciones psicológicas para negar a Dios. La principal de estas razones es el haber reducido la religión a una moral (a una ley exigente) en vez de ser una relación de admiración, de fe, de amor a Dios, a los hombres y a la naturaleza. Sin el amor a Dios, resulta insoportable la ley; pero cuando se ama a Dios, todas las leyes y exigencias son sentidas como el camino que conduce a la libertad.


Como todas las conductas humanas superiores son aprendidas, debemos admitir que el temor a Dios, el amor, la negación o el odio, son aprendidos en respuesta a estímulos recibidos de la sociedad, especilamente de los padres. En la infancia los niños se forman los esquemas mentales fundamentales en relación con todas las cosas y a partir de ahí comienzan a elaborar su propia visión de la vida, de las personas, de Dios, etc.


La existencia de Dios plantea un serio problema a las personas porque Dios es la representación de la conciencia, del deber, de la responsabilidad, de la moral,...


La conducta inmoral está reñida con la fe, lo cual exige una definición que lleva con frecuencia a la negación de Dios. Esta es la forma más fácil e infantil de “resolver” la contradicción.


Tanto la fe como el ateísmo suponen una actitud personal, un razonamiento analítico y una decisión valiente, pero la mayoría de la gente no quiere implicarse en uno o en otro sentido, prefiere el camino fácil de la indiferencia o del agnosticismo.


La fe en Dios se basa más en el sentimiento que en razones y de igual manera, la negación de Dios se basa más en motivos psicológicos que en fundamentos filosóficos o científicos.


Cada persona concibe a Dios según la clase de persona que es. Cada quien proyecta lo que es y lo que siente. El concepto de Dios es básicamente el resultado de un condicionamiento familiar. Como Dios está asociado a la religión y a ciertas clases sociales, la actitud que las personas tienen hacia Dios está condicionada por su actitud hacia las clases sociales que le representan.


Quienes conciben a Dios como un ser autoritario, represivo y temible, están proyectando las grabaciones paternas, hechas de temor y de odio. Esta situación puede generar una actitud de temor y sumisión o bien de odio y rebeldía. Esta actitud última puede conducir al ateísmo.


Quienes tienen una imagen de Dios amor, están proyectando la seguridad, afecto y optimismo que rige su vida.


En realidad no tenemos una imagen definitiva de Dios. La imagen de Dios evoluciona a la par que nos desarrollamos.

Dios está quedando relegado, sobre todos en países industrializados. La pérdida de la vigencia de Dios como padre, como autoridad, como ley moral, etc. ha traído como consecuencia el debilitamiento de la imagen de los padres, y, en consecuencia, la desintegración de la familia.

Caminamos hacia una sociedad sin “padres” y por tanto, sin hogar. Podemos liberarnos de Dios y de la moral; pero jamás podremos liberarnos de la conciencia ni de la culpa.


La mentalidad científica ha contribuido también al ateísmo moderno, debido a que el método científico ha logrado descubrimientos extraordinarios en todo lo que se refiere a conocimiento, dominio y utilización de la materia.


El predominio de lo científico sobre lo humanístico ha generado una sociedad materialista que ha perdido la dimensión transcendental de la vida, y con ella, el sentimiento humano y la moral. De aquí deriva la falta de conciencia, de ética y de responsabilidad, y, en consecuencia, la falta de capacidad para echar adelante la sociedad. Resulta inconcebible que tantos millones de profesionales, egresados de famosas universidades y que tienen el poder del mundo en sus manos no sean capaces de reducir la pobreza y la ignorancia; lo cual indica que, sin Dios y sin conciencia, de poco sirve el progreso.


El mundo no tiene sentido en sí mismo y, por tanto, necesita una referencia superior, podemos llamarla Dios, Principio o Destino.


“Si Dios no existiera, sería necesario inventarle” Voltaire. (librepensador)

Si bien es cierto que en un principio, la religión fue una expresión del sentimiento de admiración y de terror del hombre primitivo ante una naturaleza que le desbordaba en todos los aspectos; hoy, la verdadera religión es más la expresión del espíritu evolucionado de la humanidad. La religión del temor está dejando paso a la religión del amor, de la comprensión, de la tolerancia y de la responsabilidad.


Dios ha sido considerado como el defensor del tabú. Su nombre está asociado a las prohibiciones, a la represión, a la culpa y a la condenación; por tanto, no es de extrañar que esta imagen de Dios sea temida y odiada.


Al principio ésta fue una forma pedagógica. Sólo a través del temor podían controlar a tribus y hordas salvajes, carentes de conciencia y de sentido moral. ésta era la única forma de evitar guerras y matanzas generales.


“A pesar de los grandes errores que se han cometido en nombre de Dios, como la Inquisición y la Guerra Santa, debemos admitir que gracias a las religiones ha podido sobrevivir la humanidad. El temor y la frustración que han causado las religiones, han sido compensados por la fe y la esperanza en una justicia imparcial que ha dado sentido y valor a la vida de millones de creyentes durante muchos siglos y han hecho posible la convivencia social”


Desde hace varias décadas se ha acentuado la crítica en contra de las religiones a quienes se acusa de cómplices y de oscurantistas; sin embargo, debemos reconocer que son las pocas instituciones que se dedican desinteresadamente al servicio de los demás. Si el Principito hubiese llegado al planeta de las religiones, habría dicho lo mismo que dijo del farolero. “Es el único que no me parece ridículo, porque se ocupa de otras cosas y no de sí mismo”


Las cosas hay que juzgarlas en su contexto. No podemos juzgar el pasado desde nuestra mentalidad actual.


El hombre de hoy, vive fascinado y ensoberbecido, debido a los avances de la ciencia y al progreso que prometen hacer un paraíso de la tierra.


El hombre actual ha descubierto que se puede vivir sin Dios, como también se puede vivir sin principios, sin valores, sin moral y hasta sin dignidad. El asunto está en saber hacia dónde conduce este camino; hasta cuándo puede sobrevivir una sociedad sin fe y sin valores, y, cuál es el precio que debe pagar en forma de frustración y violencia, como consecuencia de esta concepción materialista de la vida. Ya sabemos cuáles han sido las consecuencias en el pasado, por lo que podemos predecir cuáles serán las consecuencias en el futuro.

Por qué es importante Dios

“El concepto de Dios determina la filosofía de la vida, la moral, el concepto de la persona, la salud psíquica, las relaciones humanas y el sentido de la evolución”


Un concepto de Dios basado en el temor es desastroso.


En la medida en que el ser humano asimile el concepto de “Dios amor” irán desapareciendo las conductas represivas, la duda, el temor, la agresividad y surgirá la espontaneidad, la fe, una visión alegre y optimista de la vida y entonces, la moral, lejos de reprimir las necesidades naturales, será un camino abierto hacia el desarrollo y hacia la libertad. La moral, lejos de reprimir al hombre, le libra de caer en el error. Pero esta realidad sólo es posible si el ser humano evoluciona por dentro; es decir si evoluciona en conciencia y en sabiduría.


El concepto de Dios es tan importante porque es el ideal supremo y el modelo de desarrollo humano. Dios es la personificación de los atributos que anhela el ser humano (sabiduría, amor, bondad, felicidad, perfección)


Por tanto, no se trata de ser creyente o ateo. Dios está por encima de todas las religiones, ciencias y culturas. Necesitamos creer en Dios o si lo prefieres en la Verdad, en la Justicia y en el Amor; pero no simplemente en la verdad humana, en la justicia humana y en el amor humano, pues estos atributos son imperfectos y perecederos. Necesitamos creer en la Verdad, en la Justicia y en el Amor que trasciende al ser humano, que trasciende al tiempo, a los cambios y a la muerte.


Según las nuevas investigaciones, la religión y la fe no serían una invención sino una necesidad genética. "El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre”

Eugene d'Aquili y Andrew Newberg han hecho públicas sus investigaciones sobre las repercusiones de la meditación en el cerebro humano.


Han analizado los datos de un estudio realizado con monjes tibetanos budistas y con monjas franciscanas mientras meditaban. Han llegado a una conclusión que impresiona. Según esta experiencia: El impulso religioso arraiga en la biología del cerebro. Dicho de otro modo, Dios está utilizando terminología electrónica "cableado" en el cerebro de la persona humana. El cerebro humano está, pues, según ellos, genéticamente estructurado, de tal manera que estimula la fe religiosa.


Las investigaciones se iniciaron en torno a 1970. Se ha ido comprobando que la meditación y la plegaria provocan variaciones importantes de tipo fisiológicos, como las ondas cerebrales, que provocan el sentido de unidad con el cosmos que experimenta el monje, o de proximidad a Dios que siente la monja franciscana.


Efectos del temor a Dios
El temor a Dios inhibe la fe, la esperanza y el amor. Es decir que, el temor produce una ruptura en la relación con Dios y también con los hombres.


Inhibe la espontaneidad y la creatividad, dificultando el desarrollo personal, las relaciones humanas y la evolución.


Genera conductas desadaptadas y conflictivas, sentimientos de culpa, alineación y cobardía.


El temor a dios nace de una mente insegura, rígida y reprimida que vive a la defensiv a. Está asociado a una educación rígida, represiva y crítica; por tanto, no se trata sólo de un problema religioso sino de un problema de educación general, de un desconocimiento de los principios básicos de psicología. De igual forma, el amor a Dios está asociado a un educación democrática que estimula la autoestima, la reponsabilidad y la libertad. Tanto el temor a Dios como el ateísmo, el agnosticismo o la indiferencia indican fallas en el proceso educativo.


El ser humano necesita la referencia de un Ser Supremo que dé soporte, sentido y trascendencia a su vida. El Ser Supremo representa los valores más importantes de la evolución que deben servir de guía y estímulo para seguir evolucionando.


El amor a Dios:
- Libera de patrones de pensamiento y de conductas limitadoras

- Libera de todos los temores...
- Permite el surgimientode la espontaneidad y de la creatividad...
- Es fuente de motivación permanente
- Ayuda a desarrollar los valores superiores.
- Facilita la relación con las personas
- Fortalece la conciencia libre, el sentido de identidad y de dignidad personal
- Es fuente de salud física, psíquica y espiritual
- Proporciona una visión alegre y optimista de la vida
- Ayuda a superar las frustraciones.
- Es una luz que brilla siempre al final del camino
- Etc. etc.


Con lo dicho no pretendemos hacer ningún juicio de tipo religioso. Entendemos que hay muchas personas que no creen en Dios por diversas razones, la cuales son muy dignas y a las cuales respetamos.


Lo importante es ser honestos y consecuentes.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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