Editoriales

Editorial 144

 


Temor a la muerte

 

Nacer es comenzar a morir. La muerte es un hecho biológico natural y universal, pero en nuestra cultura occidental es considerada como una tragedia. La dramatización de la muerte tiñe de tristeza la vida y es causa de numerosos temores.


En la historia de los pueblos han estado unidos siempre el nacimiento y la muerte. La semilla muere para que nazca la planta.


Psicológicamente el ser humano desea regresar al útero materno, a la madre tierra. El emigrante desea regresar a morir al suelo que le vio nacer porque siente que es allí donde realmente pertenece. Existe un sentimiento telúrico que nos une a la tierra que nos vio nacer.


El cuerpo y el espíritu se resisten a la desintegración y a perder en un instante tantos esfuerzos que tuvieron que realizar para aprender a vivir.


La muerte es el final de todo proyecto, de todo sueño, de toda esperanza.


La vida es tan valiosa que hasta los presos condenados a trabajos forzados o los presos de los campos de concentración luchaban por sobrevivir con la única esperanza de llegar a ser libres un día y poder abrazar a sus seres queridos.


El ser humano desea ser inmortal. "No concibe la muerte de sí mismo; sólo concibe la muerte de los demás". Desde la prehistoria ha construido tumbas, pirámides, cementerios y ha rendido culto a los muertos en un intento de eternizar la presencia de los seres queridos. Los seres queridos forman parte de uno y al morir se llevan parte de nuestro ser y de nuestra vida.

Los ritos funerarios son mecanismos de defensa contra la angustia de la muerte. El origen de los ritos se pierde en la prehistoria.


Los antiguos creían que la tierra era el origen de todo; después encontraron que el agua, el fuego y el aire también eran elementos vitales y por tanto, en ellos residía el origen de la vida.


Hoy, cada pueblo, de acuerdo a su cultura, entrega el cuerpo de los muertos a uno de estos elementos. Los cristianos y los egipcios los entierran. Los indúes los creman para que el fuego los purifique. Los pueblos navegantes los entregan al mar y los tibetanos los exponen al aire para que las aves de rapiña los devoren.


El ser humano se protege del terror a la muerte mediante la agrupación y la pertenencia a un grupo social. Este sentimiento de pertenencia mitiga el temor a la muerte pues, vivos o muertos, los miembros que pertenecen al grupo tienen el poder de seguir viviendo a través del grupo.


Para las culturas que creen en la reencarnación, la muerte es sólo un paso hacia otra dimensión superior, por tanto, se trata de una liberación.


Según Fazer, la angustia de la muerte es menor en los pueblos primitivos, tal vez, porque no se hacen problemas; sencillamente aceptan las leyes de la naturaleza.


La angustia que causa la muerte se debe también a que en la actualidad el ser humano se ha independizado del grupo (migración y emigración, el individualismo, la competencia...) Ahora el hombre es más libre pero está sólo frente a su destino, lo cual incrementa la angustia existencial.


La religión ha contribuido a incrementar el temor a la muerte, pues ha sido presentada como un castigo de Dios y como la antesala de un juicio que puede conducir a la condenación eterna. El temor viene de lejos. Era una forma pedagógica de controlar a tribus, hordas y pueblos salvajes que no entendían otro lenguaje. Hoy han cambiado las cosas pero el trauma sigue enraizado en el inconsciente personal y colectivo.


Los fundadores de las grandes religiones ofrecen una nueva vida en el reino de los cielos, pero los seres humanos aún no hemos asimilado su mensaje.


Según Freud el hombre reprime el pensamiento de muerte porque es doloroso. Teme a lo desconocido y la muerte es un salto al vacío o tal vez hacia la nada.


El único asidero ante la muerte está en la fe, pero ocurre que nuestra fe es débil y nuestras conductas dejan mucho que desear, por lo cual tememos al juicio de Dios.


En todas las culturas el hombre ha inventado ritos y ceremonias para exorcizar la muerte.


Los pueblos y las personas necesitan encontrar su origen ancestral, su pertenencia a una familia, a una cultura; es una forma de superar ese sentimiento de soledad en un mundo "ancho y ajeno"


Es importante enseñar a los niños el amor a la historia de su familia y de su país, para que a través de ellas puedan encontrar su propia identidad y se sienta parte de esa historia que trasciende a la muerte. Y los adultos necesitan valorar cada día más la historia de su país y también la historia del mundo para sentirse parte de la historia y trascender al tiempo.


La historia es el lugar de encuentro del hombre con el pasado, con el presente y con el futuro.


La vida adquiere un valor de "esencia", porque es fugaz y porque la experiencia de vivir es infinitamente maravillosa.


La muerte es tan dolorosa porque la vida tiene un valor inmenso.


La vida es un proceso a través del cual el ser humano evoluciona desde una posibilidad elemental a un ser desarrollado, inteligente, consciente y libre; convirtiéndose en un pequeño dios.


¿Hasta dónde podría llegar el hombre si la muerte no se cruzara en su camino? Pero la vida es así y el ser humano debe renunciar como Moisés a la tierra prometida que se extiende ante sus ojos.

 

Es triste y doloroso el tener que renunciar a tantas promesas de éxito y de felicidad que ofrece el futuro. Por eso, el ser humano debe vivir con intensidad el tiempo que le da la vida para realizar todos sus sueños.


Una de las dimensiones de la vida es el tiempo. El tiempo es una dimensión física. Los seres humanos estamos acostumbrados a medir la duración de la vida en tiempo cronológico. Pero la vida tiene también una dimensión psíquica y una dimensión espiritual. En estas dimensiones el tiempo no se mide por la duración cronológica sino por la intensidad de los fenómenos vividos. Un minuto de conciencia profunda, de relación íntima, de conexión con instancias supremas, es suficiente para dar un valor total y un sentido de plenitud y de trascendencia a la vida. Las personas que han alcanzado estas experiencias cumbres así lo atestiguan.


¿Cómo superar el temor a la muerte?

El temor a la muerte es aprendido a través de una sociedad y de una educación que dramatiza la muerte. El temor depende de la filosofía que se tiene de la vida.


En sí, la muerte es un hecho natural y como tal hay que asumirlo desde niños. En las culturas orientales, la muerte es un hecho natural, por medio del cual, el espíritu se libera del cuerpo para ascender a niveles superiores.


Existe una sola forma de reconciliarse con la muerte; consiste en alcanzar cierto grado de desarrollo, de éxito y de felicidad. Las personas realizadas no temen tanto a la muerte; sienten que han cumplido con su misión en esta existencia y que la vida les ha dado todo lo que podía darles; por eso, satisfechos en el cuerpo y en el alma, se despiden de la vida, como el marinero después de navegar todos los mares del mundo:

De pie, firme y sereno,
el marinero,
curtido de mar y de soles,
desde la proa del barco,
se despidió de la vida,
llevándose en el alma
el mar,
noches estrelladas
y bellos amaneceres.


Las personas que no logran realizarse, sienten, a medida que pasan los años, la angustia de la muerte; tal vez, porque presienten que es trágico encontrarse ante la muerte con las manos vacías.


Todos los seres humanos sienten en su conciencia el deber de crecer. Muchos acallan la conciencia con el fin de eludir las responsabilidades y de este modo, vivir a sus anchas; pero ante la muerte no hay subterfugio que valga.


Las personas realizadas, en vez de llorar ante la muerte, sienten un agradecimiento inmenso por la vida, por toda la felicidad y el amor vividos. Sin embargo, la muerte siempre tendrá un sabor amargo, porque la vida es maravillosa y dejar de existir va en contra del instinto vital de supervivencia.


Para reconciliarse con la muerte es necesario vivir plenamente de acuerdo a una escala de valores que nos garanticen el verdadero éxito y nos proporcionen la seguridad de que participaremos en todo lo bueno que exista en el más allá.

Hace años leí unas palabras que me dijeron mucho;
espero que el mensaje te llegue como me llegó a mí.
Dice así: " Al final de tu camino, lo que diste, eso tendrás"

 

Quienes dan lo mejor de sí, pueden mirar de frente y sin temor a la muerte.

"Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir" (F. García Lorca)


Recomienda Este Editorial
 
    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

comments powered by Disqus