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Editorial 143

 


Temor a la soledad

 

El hombre nace solo, vive solo y muere solo. La primera experiencia existencial, fuera del seno materno es la soledad. El niño necesita afecto, aceptación y seguridad para crecer como persona y llenar su corazón de autoestima; pero muchos niños sólo reciben migajas de afecto, de estímulo y de seguridad, lo cual genera un sentimiento interno de soledad.


El ser “solo” es una condición de la individualidad. Gracias a que es “solo” tiene su propia conciencia y su propia libertad, que le permiten ser dueño de sí y de su destino. Pero el hombre es también un ser sociable. Nace en una familia y necesita de la familia y de la sociedad para desarrollarse a través de la interrelación de cada día.


Existe una soledad física y una soledad existencial. La soledad física consiste en aislarse de los demás para encontrarse consigo mismo, para reflexionar y para crear. Es la soledad del sabio, del científico, del artista, del religioso... quienes viven absortos en su que hacer disfrutando el placer de crear. Esta soledad es fuente de desarrollo y de creatividad. El hombre se siente conectado con la vida, con las ideas, con la sociedad...


Existe la soledad psíquica del que se encierra en sí mismo. Se produce como un mecanismo de defensa, debido a problemas subyacentes, como temores, complejos, desadaptación, baja autoestima. El aislamiento, lejos de proteger, genera más angustia y desadaptación.


Existe una soledad existencial; se trata de un sentimiento de aislamiento social y de vacío interior. Es como una sensación íntima y dolorosa de desintegración. Esta clase de soledad se debe a carencias de amor, de fe y de autoestima. La persona puede estar conectada con la naturaleza y con la sociedad, pero carece de fe y por tanto, no tiene esperanza en instancias transcendentes (Dios), que podría mitigar esa angustia existencial, la cual, de alguna forma, nos hiere a todos. Esta soledad empobrece, desequilibra y es causa del más profundo de los dolores humanos, como es el dolor del alma.


Un niño normal no sufre de soledad, porque su mente creativa está totalmente conectada con la vida, ocupada en realizar todos sus sueños, deseos y proyectos. No tiene tiempo muerto y por tanto no hay espacio para la soledad. El mejor antídoto contra la soledad consiste en tener la mente ocupada en proyectos atractivos.


Como la soledad es causada por una desconexión respecto de sí mismo, de la sociedad, de las ideas, de los valores y de la fe, necesitamos tomar conciencia de la necesidad que tenemos de conectarnos con cada una de estas instancias y cultivarlas, porque son hábitos que necesitan ser activados con frecuencia.


Nacemos con el alma vacía pero, poco a poco se va llenando de experiencias, de afecto, de recuerdos y de sueños. Se llena sobre todo en la infancia en el calor del hogar y luego en el calor de la amistad y del éxito profesional.


Algunos niños tienen tendencia a la introversión mientras que otros tienden a ser sociables. Esta actitud se debe en gran medida a factores temperamentales pero, sobre todo, a razones de estimulación y a experiencias negativas o positivas en la socialización.


Los niños no son conscientes de los efectos negativos de la introversión, pero sí lo son los adultos quienes deben informarles y ayudarles a superar a tiempo esa actitud.


El ser humano se desarrolla a través de una relación social rica. Si la relación es pobre, el desarrollo queda truncado. Esta relación no se produce por el hecho de estar juntos. La gente vive apiñada en las ciudades, muy juntos desde el punto de vista físico, pero muy distantes desde el punto de vista afectivo.


Pero nadie puede relacionarse con los demás si no tiene una buena relación consigo mismo. La relación humana se basa en la confianza, en la honestidad, en el respeto y en la generosidad; por cual, la mejor forma de conectarse con la vida y con la gente y así evitar la soledad, consiste en funcionar en positivo. Quien funciona bien tiende a ser amistoso y sociable.


El problema de la soledad se ha incrementado en las últimas décadas. Antes el ser humano vivía unido a un medio geográfico y social que le proporcionaban sentimiento de pertenencia, pero la movilización social, la transculturización, la apertura a nuevas ideas, valores y formas de vida, hace que muchas personas se sientan “perdidas en el espacio”


La vida evoluciona en forma tan rápida que las personas y las cosas, que hasta hace poco nos resultaban familiares, ahora nos parecen lejanas y extrañas.


La independencia del hombre puede ser física (Independencia de su hábitat original), social (Independencia del grupo), psicológica (Independencia de la familia), intelectual ( Independencia de la tradición ), religiosa ( Independencia de la Iglesia, de Dios) , ética ( Independencia de principios y de valores que hasta el presente habían regido su vida).


Cierta independencia es indispensable para el desarrollo, pero una ruptura drástica tiene alto costo en forma de angustia y de soledad. El existencialismo es la expresión filosófica de esta realidad.


¿Cómo superar la angustia de la soledad?
Para superar la angustia de la soledad, necesitamos hacer amistad con las ideas y valores fundamentales de siempre. No es cuestión de eliminar los valores tradicionales pues, gracias a ellos, la humanidad ha llegado hasta el día de hoy y somos lo que somos. Estos valores son parte fundamental de nosotros por lo que no podemos renunciar a ellos sin alienarnos; lo que sí debemos hacer es adaptarlos a la nueva realidad de modo que sean funcionales sin que pierdan en esencia.
Necesitamos salir de nuestro encierro y comulgar con la gente. Esta una necesidad de supervivencia personal y de la especie.


El que está lleno de ideas, de fe, de afecto y de valores no está sólo.


La vida es tiempo, un tiempo fugaz que se escurre y se lleva las cosas que amamos (familiares, amigos, cosas, recuerdos, juventud, proyectos... Para evadir la angustia de la soledad el hombre ha ideado muchas formas de ocupar el tiempo, tales como:

La evasión a través de la fantasía, el juego, el trabajo, los clubes, las reuniones sociales, etc
El excesivo temor a la soledad es una señal de alarma, es una invitación al análisis y a la búsqueda de soluciones; a salir de sí y a conectarse con la naturaleza y con la gente.


Hay numerosas formas de ocupar el tiempo, sin embargo, existen muchas personas que no saben qué hacer con el tiempo y viven obstinadas, intentando “matar el tiempo”. Se trata de personas desorganizadas, sin motivaciones y carentes de proyectos y de metas.


Previendo que los años pasan y que llega la vejez y con ella la soledad, es conveniente aprender desde joven a desarrollar numerosos intereses que ayuden a ocupar el tiempo en forma agradable.


El problema de la soledad tiende a incrementarse y para muchos, jóvenes y ancianos, la soledad se ha convertido en una tragedia insoportable. Las drogas, el alcohol y otras muchas formas de evasión son un intento fallido por huir de la trágica soledad. En el mundo existen millones de jóvenes y de ancianos que mendigan como niños un poco de compañía y de amor.


¿Como superar la soledad?

Desarrolla desde ahora


Intereses físicos : Paseos, ejercicio...
Intereses manuales: Cerámica, jardinería, tejido...
Intereses intelectuales: Lectura, cultura general,sopa de letras...
Intereses artísticos: Dibujo, pintura, oír música, asistir a exposiciones
Intereses sociales: Relaciones, ayuda a necesitados, visitas, solidaridad...
Intereses religiosos : Oración, meditación, asistencia a actos religiosos...

 

Es importante acostumbrarse a éstas y a otras actividades desde la juventud para que se conviertan en hábitos que nos acompañen en forma natural hasta el final de la vida.


Muchas personas al jubilarse se liberan de toda responsabilidad laboral y se vuelven física y mentalmente inactivas y perezosas. Esta situación les produce un sentimiento de inutilidad y una desconexión respecto de la vida que puede conducir a la depresión y a la soledad.


No jubiles tu mente ni tu corazón. Sigue pensando, amando y soñando. No dejes espacios vacíos en tu mente ni en tu corazón, para que la soledad no tenga donde instalarse.

 

 

 

Los niños cortaban
las flores de mayo,
rosas y alhelíes,
claveles y nardos.

Los niños corrían
por montes y prados,
jugando con brisas
y soles dorados.

Los niños cantaban
canciones de antaño
que enseñan las madres
de todos los años.


Los niños jugaban
con la primavera
que viste de flores
valles y praderas.

Los niños se fueron
por el cerro arriba
hasta la montaña
donde el cielo brilla.

Los niños crecieron
¡Oh, qué maravilla!
y se hicieron hombres
luchando en la vida.

 

Los hombres vivieron
felices y sanos
sembrando claveles
y soles dorados.

  Ahora el alma niña
de hombres ancianos
sueña en primaveras
por montes y prados

Y habla con la brisa,
claveles y nardos,
y canta en silencio
canciones de antaño.

El anciano, solo,
sentado en su banco,
sueña como un niño,
claveles y nardos.

¡Huye soledad!
¡Huye de esta tierra!
que el alma del viejo
aún es primavera.

¡Huye soledad!
¡Huye de esta tierra!
que hay siembra de flores,
de soles y estrellas.

Y el viejito solo
se fue por su senda,
sueños en el alma,
en pos de su estrella.

Hoy sobre su tumba
crece la pradera,
ríe la amapola
y reza la hiedra.

David Angulo de Haro





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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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