Editoriales

Editorial 139

 


Temor a la pobreza

En épocas pasadas el hombre vivía al ritmo de la naturaleza. Trabajaba para vivir. La inmensa mayoría de la gente era pobre y aceptaba la pobreza como una situación natural. Se sentía unido a la madre tierra que le proveía de lo necesario para vivir. Como no tenía grandes expectativas tampoco tenía grandes ambiciones ni necesidades. “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron el nombre de dorados...porque entonces, los que en ellos vivían, ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes” Cervantes, El Quijote, Cap. 41.

 

Pero el Renacimiento significó el despertar del individualismo y el deseo de saber, de poder, de libertad y de riqueza.


Surgió el capitalismo ( acumulación de capital ) y comenzó a incrementarse el valor del trabajo, del tiempo y de la producción.


Esta filosofía de la vida, orientada a la acumulación de riqueza, como medio para adquirir conocimiento, poder, libertad y estatus, despertó la ambición y la avaricia.


La industrialización encadenó al hombre a la rueda del trabajo y de la competencia, desatando una lucha sin fin por el dinero.


La sociedad creyó que la única forma de liberarse de la esclavitud del trabajo y de la competencia consistía en independizarse a través de la solvencia económica.


A partir de este momento la vida comenzó a regirse por las leyes del mercado. La economía marca las pautas de la vida política y social y en consecuencia también influye en la vida intelectual, religiosa y moral.


Las personas han descubierto que tienen la posibilidad de acceder a todos los bienes que ofrece la vida (Salud, conocimiento, libertad, bienestar) y se han abocado a la adquisición de riqueza, como fórmula mágica, para lograr dichos objetivos.


Pero ocurre que, la tierra que produce suficiente riqueza para todos los seres humanos, no produce la suficiente para satisfacer su ambición y su avaricia.

La gente tiene miedo a la pobreza pero, en vez de programar su vida para superarlo, se aboca al trabajo, pero como el sueldo no alcanza para cubrir los gastos; está condenada a vivir con angustia económica por el resto de su vida; de modo que, el deseo de dinero ocupa su mente. En adelante, el dinero toma el control de su vida.


Muchos creen que el temor a la pobreza se resuelve con dinero y tratan de acumular riqueza como garantía de seguridad para el futuro, pero no es así; porque, el miedo es un sentimiento que sólo puede superarse con una visión positiva de sí mismo, de la gente y de la vida. Por eso, el avaro se siente impulsado en forma compulsiva acumular más y más dinero; no importa lo que acumule, cada día se siente más vacío por dentro. Esto no significa que es mejor ser pobre; el dinero es un bien necesario para liberarse de la ignorancia y de la pobreza y muy útil para lograr una calidad de vida y ascender al desarrollo; pero las cosas más importantes de la vida como la autoestima, la amistad y la felicidad, no se pueden comprar con el dinero. Si así fuera, todos los ricos serían buenas personas e irradiarían felicidad.


La experiencia nos enseña que sólo valoramos de verdad lo que logramos con esfuerzo; por esta razón, más importante que acumular dinero es ser capaz de producirlo. Si es una maquinita productora de dinero, no necesita tener grandes depósitos en el banco, porque cuando lo necesite, lo único que tiene que hacer es producirlo.

La competencia hace que la riqueza se acumule en manos de pocos y que la mayoría queden relegados a la pobreza; pero ahora no se trata de una pobreza aceptada pacientemente como en épocas pasadas; se trata de una pobreza, que frustra las expectativas y esperanzas de muchas personas.


El ser humano tiene una conciencia muy desarrollada de sus derechos y posibilidades. Tiene una experiencia de las consecuencias fatales que acarrea la pobreza y por tanto, tiene miedo, temor y hasta pánico a ser pobre.


A esto hay que añadir la pérdida de valores espirituales y el auge de una filosofía materialista , cuyo postulado es: “ Tanto tienes, tanto vales”.
Esta filosofía se está apoderando del espíritu humano. Cuanto más vacía de valores se siente una persona, más necesita compensar con riqueza y con cosas el vacío interno.
A dónde puede conducir el temor a la pobreza


El temor a la pobreza puede conducir a la avaricia. La avaricia al igual que las demás pasiones es un fenómeno psicológico muy complejo en el que juegan papel importante la inseguridad y la filosofía de la vida; es decir, la escala de valores.


La avaricia es un vicio que crece en proporción geométrica. Como dice la canción: “ El que tiene uno quiere tener dos. El que tiene dos quiere tener cuatro...” A medida que el avaro genera dinero desarrolla un hambre insaciable de más dinero, de modo que, cada día, crece la sensación de pobreza inmensa.


Las dos Guerras Mundiales y las crisis económicas que han afligido y afligen a muchos países, han causado tanta miseria, dolor y frustración que la gente vive traumatizada por la pobreza y trata, por todos los medios, de agarrarse a la riqueza. Esta situación explica, en parte, la corrupción galopante como forma fácil de salir de la pobreza.


En realidad, el temor a la pobreza es temor a la propia inferioridad. Ese temor no se cura con dinero. Todos los reales del mundo no son suficientes para borrar un sentimiento de inferioridad.


El temor a la pobreza sólo se cura con un desarrollo personal que proporcione autoestima y seguridad. Una persona desarrollada posee valores superiores que proporcionan piso a su personalidad. Una persona desarrollada no necesita sacrificar por dinero lo mejor de sí, como es la dignidad. Sabe que puede salir adelante por sus propios medios.


El temor a la pobreza alimenta la avaricia que impulsa al logro de dinero con el fin de compensar carencias de la infancia, olvidar humillaciones recibidas en relación con el dinero o evitar desastres futuros percibidos por una imaginación angustiada.


Hace años, un amigo me contó que vio morir a su padre porque eran pobres y no tenían dinero para comprarle medicinas. Esta experiencia traumática le llevó a jurarse que un día no lejano llegaría a ser rico. Trabajó como un animal y a los pocos años su juramento era una realidad. Tenía una empresa brillante con ramificaciones a nivel internacional; tenía una buena esposa, una niña bella y todas las comodidades del mundo, pero se sentía inmensamente infeliz. En aquel momento yo era joven y no entendía cómo un hombre tan exitoso a nivel familiar y profesional no era feliz. Hoy lo comprendo. Hizo del dinero una ilusión y una obsesión que ocupó toda su mente. Cometió el error de dar al dinero un valor absoluto y cuando lo tuvo en sus manos descubrió que el dinero era hueco y vacío, pero ya era tarde, el daño estaba hecho, su mente había sido programada para la ambición.


El error está en creer que el dinero puede comprar todo. La alegría, la seguridad y la felicidad no se compran con dinero. Si así fuera, todos los ricos serían alegres y felices.


Según la filosofía oriental “el deseo es causa de sufrimiento”; por tanto, si eliminamos el deseo de dinero, desparecerá el temor a la pobreza.


Para superar el temor a la pobreza es necesario aprender a producir, administrar e invertir y, sobre todo, llenarse de afecto, de autoestima y de seguridad. La mayor riqueza es la paz del alma. Un palacio sin paz es una prisión y una choza con paz puede ser un palacio.


No llenes tu vida de cosas ni tu mente de necesidades porque, serás esclavo de las cosas y tendrás dificultad para valorarte como persona.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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