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Editorial 127

 


Temor al conocimiento

 

En el Génesis, Dios le prohibe a Adán comer del árbol de la ciencia del bien y del mal.


Si Adán hubiera sido obediente, habría vivido por siempre en el Paraíso, en estado de inocencia y de plena felicidad; pero Adán amaba el conocimiento y la libertad porque son valores superiores a la inocencia ignorante y a la felicidad pasiva; por eso, Adán escuchó a la serpiente, comió y sus ojos se abrieron.


Esta alegoría bíblica que data de hace más de 4000 años es realmente sorprendente. Nos presenta el dilema humano de vivir en la “comodidad” de la ignorancia o en la responsabilidad del conocimiento.


Adán optó por el desarrollo en vez de la seguridad, arriesgándose a perder el Paraíso y es muy probable que Adán no se lamentara nunca de la decisión tomada, pues en ese momento es cuando se sintió plenamente consciente y libre.


Adán comprendió que el Paraíso era sólo una ilusión; que el verdadero paraíso debe construirlo cada persona en su propio corazón y entonces se cumplirá el : “Seréis como dioses”. Cada uno será el dios de su propio vida y, conocedor el bien y del mal, optará siempre por el bien, ya que en el mal no existe ninguna opción.


Dios no podía prohibir que el hombre comiera del árbol de la ciencia, porque sería una contradicción ya que el hombre es un ser racional, un buscador impulsivo de la verdad.
Esta alegoría hace referencia al dilema humano, quien dotado del libre albedrío está obligado a elegir entre el bien y el mal; lo cual supone un riesgo y la necesidad de capacitarse para saber discernir y tomar decisiones de desarrollo.


Después dijo Yavé: “He ahí al hombre que ha llegado a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal. No vaya ahora a comer del árbol de la vida y viva para siempre; por lo cual, le arrojó del Paraíso”. Gén. 3,22.


La ciencia nos dice que un día, allá en la noche de los tiempos, como consecuencia de un proceso evolutivo apareció el hombre (homínido), con una chispita de inteligencia, el cual, en el devenir del tiempo se fue convirtiendo en “homo erectus”, “homo faber”, “homo sapiens”, “homo social”, “homo éticus”, “homo espiritual”.


La clave de la evolución humana está en el crecimiento de la inteligencia y de la conciencia. El conocimiento es la clave de la evolución; por tanto, Dios no pudo prohibir a Adán algo que va en contra de la misma naturaleza.


La prohibición bíblica es uno de los tantos mitos y tabúes acuñados por la sociedad, en nombre de Dios, para reprimir y controlar.


Adán simboliza las fuerzas de desarrollo que todo ser humano lleva impresas en su espíritu, como herencia superior, con la cual le dotó la naturaleza para que pueda cumplir con su misión. Pero el tabú sigue en pie, aupado por una sociedad represiva que dificulta de muchas formas el acceso al conocimiento.


En el fondo, todos deseamos el desarrollo del mundo; pero hay algo en nosotros que nos lleva a ser cómplices en la defensa del tabú, impidiendo que los demás nos superen; guardando celosamente nuestra experiencia y secretos profesionales; envidiando a quienes nos superan y deseándoles el fracaso; negando el apoyo y la colaboración sincera a quienes pueden convertirse en competidores.


Es triste que las mejores ideas, experiencias y afectos se vayan con nosotros a la tumba. Aún estás a tiempo para brindar a tus seres queridos, a tus amigos y a la gente, tantas cosas buenas que escondes dentro de ti. Obséquialo ya porque mañana quizás sea tarde.

El tabú perjudica especialmente a niños y jóvenes, quienes necesitan prepararse para la vida; pero la sociedad les teme, porque ellos simbolizan la energía, la vida, la ilusión y el cambio; por eso los sistemas educativos (familiar y escolar) son tremendamente represivos en todo el mundo. (De diez mensajes, nueve son negativos de alguna forma.)


La educación tradicional y la educación liberal son igualmente represivas. La tradicional porque condiciona excesivamente, inhibiendo la libertad y la liberal, porque no establece fronteras y en un mundo sin fronteras, el hombre se siente a la deriva.


Lo ideal es la educación democrática, que enseña a ser libre y a la vez responsable.


Existe una tendencia a mantener infantiles a los hijos, a los alumnos, a los empleados, a los ciudadanos, en la creencia de que es más fácil manejarlo.


En realidad una sociedad infantil es un rebaño de ovejas que necesitan ser arreados constantemente.


El problema de la represión social se debe a la mediocridad de los líderes. Todo ser mediocre tiende a reprimir. Toda persona desarrollada tiende a estimular.

La ignorancia es el peor de todos los males. Es un pozo sin fondo del que resulta muy difícil salir.
Toda revolución ( cambio) personal o social debe comenzar por el cerebro. Las ideas son las premisas de toda realización. Pero el conocimiento en sí es abstracto y necesita de la motivación

(ideal, ilusión, sentido de misión).


La ignorancia nos perjudica a todos

El mundo funciona como un todo. Cuanto más preparada y sabia sea la gente, aportará más bienes (materiales y espirituales) mejorarán las condiciones de vida y los más pobres e ignorantes tendrán más oportunidades de salir de su miseria física y mental. Si la ignorancia y la pobreza física, moral y espiritual, se apodera de las personas, entonces la vida, nos aplastará a todos.


Teniendo en cuenta, que las víctimas del tabú (analfabetas e ignorantes) no pueden aportar conocimiento y que las personas que temen al conocimiento se oponen al cambio; es necesario que las personas conscientes y libres apoyen toda iniciativa de desarrollo humano y se conviertan en líderes del cambio cultural.


La ignorancia es una forma de evadir la responsabilidad.


El conocimiento crea conciencia y en consecuencia, responsabilidad. Desde el momento en que conoces el mandamiento: “Amarás a tu prójimo...” estás obligado a amarlo, de lo contrario, tendrás un problema de conciencia.

Desde el momento en que te enteras de que un amigo está gravemente enfermo, estás obligado a interesarte por su salud o te sentirás indigno.


Tenemos una conciencia y esa conciencia tiene sus leyes.
Aunque parezca mentira son muy pocos los seres humanos que aman el conocimiento y desean superarse. La mayoría sólo se esfuerza en adquirir el conocimiento que necesita para sobrevivir. Son contados los que aspiran a la sabiduría, a pesar de que ésta es el mayor de los bienes. Cuando Dios le ofreció a Salomón entre todos los bienes de la vida, éste respondió: “ Señor dame sabiduría para gobernar a mi pueblo...”


Siempre han existido seres excepcionales que han dado la cara por la humanidad y han creado una cultura maravillosa pero el 80% de la humanidad viven como autómatas. Apenas el 10% de la humanidad lee habitualmente.


Los seres humanos rehuyen el razonamiento, porque una vez aceptadas las reglas del razonamiento se impone la lógica y la lógica es imperativa, obliga a definirse.

El temor al conocimiento se debe a que el ser humano se resiste a dejar la seguridad de supervivencia que le proporciona el instinto. Teme entregar su destino a una inteligencia, superior al instinto, pero falible, que puede cometer el error de equivocarse. El ser humano prefiere lo seguro a lo cual ya está acostumbrado.


Cuenta una leyenda que una vez que los dioses crearon el mundo se reunieron en el Olimpo y discutieron sobre cuál era el mayor poder del mundo Habló el dios Apolo y dijo que el sol era el mayor poder, porque podía disipar las tinieblas y su calor era el principio de vida


Luego habló Minerva, diosa de la sabiduría y dijo que el mayor poder era el conocimiento, porque las ideas son el origen de todas las cosas.


Luego habló Venus y exaltó el valor de la belleza y así fueron hablando todos los dioses y diosas, defendiendo cada uno el valor de sus atributos.


Por fin se levantó Júpiter, padre de los dioses y dijo con autoridad: Cada uno tiene su razón pero en el Olimpo no puede reinar la anarquía, así que debemos decidir cuál es el mayor poder del mundo. Después de analizar todos los pros y contras llegaron a la conclusión de que el mayor poder del mundo era el conocimiento. Pero existía un problema. Mientras el conocimiento estuviera en poder de los dioses estaba seguro, pero si caía en poder del hombre podía convertirse en un arma peligrosa.


Reunidos en sesión fueron exponiendo distintas soluciones. Habló Poseidón, dios de los mares y dijo: “Escondámoslo en el fondo del mar, donde el hombre nunca podrá llegar. Pero otro dios argumentó: “No es lugar seguro porque un maremoto podría sacarlo a la superficie. Entonces habló Vulcano y dijo: “Ocultémoslo en el fondo de la tierra, pero los dioses opinaron que tampoco era un lugar seguro, porque una erupción podía dejarlo al descubierto. Por fin habló Minerva y dijo:” El lugar más seguro es el corazón del hombre. Todos los dioses estuvieron de acuerdo en que el corazón del hombre era el lugar más oculto y más seguro y fue así como los dioses escondieron el conocimiento en el corazón de los hombres.


El ser humano es racional, pensante, buscador de la verdad. Sin embargo, todos conocemos el grado supino de ignorancia que aqueja a la sociedad.


Al hablar de ignorancia no nos referimos sólo al analfabetismo y a la carencia de estudios. Nos referimos también a la ignorancia de ciertos principios y valores. Abundan los “profesionales ignorantes” que poseen conocimiento de las cosas pero carecen de la sabiduría de la vida.


La ignorancia hace imposible el desarrollo y en consecuencia la libertad y la felicidad.


Si el hombre no tiene conocimiento de sí mismo; si no tiene idea de su dignidad, de su valor, de su misión, de sus sentimientos; si no tiene conocimiento de las cosas; si no tiene recuerdos importantes; si no tiene ilusiones, esperanzas y aspiraciones; entonces es un ser mutilado.

Conclusiones

La sociedad presenta el conocimiento y la sabiduría como algo difícil e inalcanzable, al cual sólo tienen acceso unos cuantos privilegiados. Esta es una forma de desestimular.


La sociedad es represiva y lo primero que reprime es la inteligencia, pues ella es la raíz de la conciencia y de la libertad.


El conocimiento crea conciencia y en consecuencia responsabilidad.


La ignorancia es una forma de evadir la responsabilidad.


Muchas personas rehuyen el conocimiento, porque conduce a la verdad y la verdad es imperativa, obliga a tomar posición y a decidir en consecuencia.


Si la gente tuviera experiencia de cómo el conocimiento conduce al desarrollo, a la libertad, a la plenitud y a la felicidad; entonces, todos tendrían hambre y sed de sabiduría.

No se puede amar lo que no se conoce y no se puede conocer de verdad lo que no se ama.
Los mayores placeres de la vida son el conocimiento y el amor.
Es importante incluir en el Proyecto de Vida un plan concreto de capacitación permanente


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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