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Editorial 117

 


Temor a ser espontaneo

 

En la naturaleza todo se expresa tal cual es, pero al ser humano se le enseña a reprimir sus sentimientos y a ocultarse tras la máscara de la hipocresía.


La gente teme, envidia y admira a las personas que tienen el valor de expresar sus sentimientos en forma espontanea.


Da gusto escuchar a los niños. Su lenguaje es fresco, creativo y vital. Son directos y sinceros; pero pronto se les enseña la “prudencia” y también la hipocresía. Se les enseña a medir el lenguaje, a ocultar sus verdaderos sentimientos e intenciones, con el fin de protegerlos. Las personas creen que si los demás conocen sus sentimientos pueden hacerles daño. (?)


Es así cómo los niños pierden sus mejores defensas: La inocencia y la sinceridad. En adelante deberán aprender a inventar mil artilugios para disimular. Al final, quedarán enredados en el laberinto de su propia mentira.


Hoy somos adultos y vivimos desconfiando y a la defensiva. Esta actitud limita, empobrece y hace difícil la relación entre las personas.


La sociedad rechaza, detesta y teme a quienes tienen el valor y el de expresar sus sentimientos. Les teme porque pueden sacar a la luz los sentimientos prohibidos que bullen en el interior de todo ser humano.


La espontaneidad es un peligro porque puede convertirse en ejemplo de rebeldía e incitar a otros a seguir sus pasos. Para protegerse de la amenaza que significan las personas espontáneas, la sociedad las descalifica, tachándolas de infantiles, neuróticas y desadaptadas; pero “ de la boca de los niños sale la verdad”.


Según Freud, en el inconsciente del ser humano emociones, deseos, impulsos y recuerdos inaceptables desde el punto de vista de la moral. La conciencia los controla y reprime. De este modo, la persona protege su autoestima, pues si estas fuerzas, consideradas inmorales, lograran salir a la luz, la persona se sentiría indigna y culpable. Pero estos contenidos reprimidos no desaparecen sino que permanecen latentes, presionando constantemente para salir. Para controlarlos, la persona se ve obligada a invertir en defensas la mayor parte de su energía psíquica, la cual debería utilizar en desarrollo.

Esta tensión es causa de neurosis, de fatiga crónica y de la mayoría de las enfermedades que aquejan a las personas. Este es el alto precio que las personas deben pagar por no ser espontaneas.
Necesitamos cambiar muchos patrones de conducta y dejar que surja el niño que todos llevamos dentro.

Necesitamos ser auténticos y emitir señales de libertad; expresar lo mejor de nosotros, sin dar importancia a lo que piensen o digan los demás. Lo importante es lo que tú piensas de ti mismo.

No hay nada tan respetable y convincente como la espontaneidad La gente respeta y admira a las personas que tienen el valor de definirse, de fijar posición, de decir lo que sienten, lo que aman, por qué creen y por qué aman.


La espontaneidad es el mejor antídoto contra esta sociedad sofisticada, acartonada y fría.
La espontaneidad nace del subconsciente (del Niño). En él residen los sentimientos que mueven el mundo. El subconsciente es también la fuente de la inspiración, de la espontaneidad, de la alegría de vivir y de amar; por tanto, no lo reprimas más allá de lo aconsejable. Deja que surja tu niño alegre, creativo y juguetón. Ese niño es el gran artífice de todo lo bello y grande que te ha ocurrido en la vida. No permitas que la sociedad le ponga la pata encima. Exprésate con educación pero también con libertad y sé el protagonista de tu propia vida.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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