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Editorial 113

 


Origen del Temor

 

El miedo constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder con rapidez y eficacia ante situaciones adversas. En este sentido, el miedo es normal y beneficioso para el individuo y para la especie , pues, nos hace pensar, sopesar las posibilidades y evitar riesgos innecesarios, y, a la vez, nos estimula a enfrentar las dificultades y a superarnos.


El miedo es un sentimiento natural que se convierte en temor cuando la persona toma conciencia de los peligros que le amenazan y llega al terror o pánico, cuando la persona se deja llevar por la fantasía e imagina un final desastroso. Por tanto, el temor y el pánico son adquiridos en base a experiencias concretas vividas, aprendidas o imaginadas.


El temor es una emoción dolorosa, producida por la proximidad de un peligro, real o imaginario.
Ahora bien, puesto que el temor no es un sentimiento natural, hay que admitir que apareció en un momento de la historia humana. Freud, creyó haber encontrado ese momento: El hombre primitivo vivía en pequeñas hordas, sometido a un jefe audaz y vigoroso, que ejercía un poder despótico. Poseía a todas las mujeres mientras que a los demás varones, les estaba prohibida toda relación sexual. Esta prohibición constituía el tabú, cuya violación era castigada con la muerte. Los jóvenes hermanos, decidieron unirse para eliminar al padre, pero la horda sin jefe, comenzó a tener serios problemas. Surgió entonces el remordimiento y se desarrolló un temor y una obediencia retrospectiva hacia el padre muerto, el cual adquirió más poder que el que tenía en vida. La presencia física del padre, fue reemplazada por un animal fuerte y en otros casos por un vegetal. De esta forma nació el tótem que representaba al padre genético de la horda. El tótem era temido y odiado.

El tabú es una palabra polinesia que significa sagrado, impuro, prohibido. Su fórmula es prohibir. ¡No hagas! Esta fórmula, con el correr de los años se convirtió en norma moral, de todas las religiones. Y así como la violación del tabú era castigada con la muerte física, la violación de la norma moral era castigada con la muerte eterna (el infierno).


El tabú evitaba el incesto. Esta prohibición es natural y la observan de forma instintiva los animales superiores; tiene como objetivo, evitar la degeneración de las especies.


A este tabú le siguieron otras prohibiciones, con el fin de controlar las conductas instintivas a través del temor. El tabú y el temor son las formas más primitivas de control.


Además de esta hipótesis de Freud, haz un ejercicio de imaginación y regresa mentalmente a la prehistoria y visualica al hombre prehistórico en lucha terrible contra el mismo hombre, caníbal salvaje; en lucha contra los monstruos; en lucha contra las fuerzas naturales y en lucha contra los fantasmas y contra los dioses, percibidos como vengativos y crueles. Ese mundo aterrador fue el caldo propicio del cual surgieron infinidad de temores, que se han eternizado en el tiempo y que se transmiten en forma consciente e inconsciente de generación en generación.


Han pasado miles de años, desde aquel escenario primitivo. El hombre ha dominado la naturaleza, se han desvanecido los fantasmas y han muerto los dioses de la prhistoria, pero los temores siguen enraizados en el corazón de los hombres.


El temor nace de una interpretación errónea de la vida, originada por desconocimiento de la realidad, por una fantasía distorsionada, por someterse pasivamente a la autoridad, por experiencias traumáticas y por condicionamiento social.

El temor es un sentimiento inconsciente aprendido en la primera infancia, por condicionamiento, en contra del cual, poco puede la razón.


En nuestra cultura nos educan para la competencia, lo cual supone un riesgo constante de fracaso y es fuente de angustia y de temor. Este tipo de educación va en contra de la naturaleza biológica del ser humano, cuyo diencéfalo es el de un animal cobarde y temeroso


Según Burk: “La contradicción existente entre la naturaleza cobarde del hombre y la vida social, organizada en términos de competencia, es la causa de tantos temores, complejos y enfermedades.


Los temores se incrementan en tiempo de crisis.


Necesitamos aprender a vivir de acuerdo a un concepto de superación y no de competencia.


Los niños nacen sanos, espontáneos y temerarios, pero los “padres” los reprimen con toda clase de temores: ¡Cuidado! ¡Qué dirán! ¡Tienes que ser el mejor! Todo con el fin de que se “adapten” a las exigencias y normas sociales; en vez de estimularles al desarrollo y a la libertad. !Pobres padres! si conocieran el veneno que encierran estos mensajes; pero, ellos nunca sabrán que son los principales causantes de la mayoría de los temores, sufrimientos y frustraciones de sus hijos. De este modo, los hijos quedan programados para ser los represores de las futuras generaciones. Esta es una cadena sin fin, pero tú puedes romperla.


Un grupo de psicólogos americanos acaban de realizar un estudio sobre un grupo de niños. Les colocaron un receptor y analizaron los mensajes recibidos por los niños durante los nueve primeros años. Los resultados indican que el noventa por ciento de los mensajes son negativos; frente a un diez por ciento positivos. Nos encontramos ante una realidad alarmante, que revela la ignorancia, y los complejos que padece la sociedad; la cual los proyecta en todas las direcciones, a través de las conductas, del lenguaje y de las actitudes

“El niño nace bueno, pero las sociedad lo corrompe”. J.J. Rousseau.
Los temores son como semillas; comienzan por echar raíces y luego se van apoderando del espacio menta.


Los temores grabados en la infancia jamás desaparecen y surgen cada vez que las personas necesitan tomar decisiones importantes.


El temor vive dentro de nosotros y se disfraza de mil formas. Está al acecho, preparado para atacar en cualquier momento, especialmente cuando se trata de tomar decisiones importantes.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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