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Ateísmo - 2 La fe y la razón


 

Al margen de lo expuesto en el editorial anterior, vamos a analizar el tema de la fe desde el punto de vista filosófico o racional.
El universo es contingente, no puede darse la existencia a sí mismo. Supone la existencia de alguien que trascienda el mundo material. Podemos llamarlo Energía o Dios. No importa el nombre que le demos, lo importante son los atributos de sabiduría, poder, eternidad, verdad, justicia, amor... que le atribuimos. Estos atributos deben tener una dimensión infinita.

La ciencia dice que el mundo se inicició con el BigBang, pero no puede explicar de ónde proviene la materia que dio origen al Big Bang.


El universo se rige por leyes sabias, pero la ciencia no puede explicar de dónde proceden estas leyes, simplemente las da por supuestas, lo cual no es científico.


La ciencia explica el origen de la vida y la evolución, pero no puede explicar quién creó la materia que dio origen a la vida, ni quién puso el principio vital en la materia.


Todo tiene una causa y por más que encadenemos causas hasta el infinito llega un momento en el que es necesaria la última Causa, la cual no procede de nadie.


La Primera Causa (origen de todo) y la última Causa (punto final hacia el cual el mundo evoluciona) resultan inexplicables para la ciencia, debido a que la trascienden.


El objeto de la ciencia es la materia, lo experimentable y explicable científicamente, por tanto, la ciencia, como tal, no tiene autoridad para hablar a favor de Dios o en contra de Dios. La ciencia no puede ser ni creyente ni atea. Los científicos, como tales, no son creyentes o ateos, son científicos. Ahora bien, al creyente, la ciencia le puede confirmar en su fe y al ateo en su ateismo, pues, cada quien encuentra razones para justificar sus creencias. Lo cierto es que casi todos los científicos admiten que lo que ocurre en el universo parece tener un propósito que escapa al entendimiento humano.

“Si no existiera Dios, tendríamos que inventarlo” Voltaire. (Librepensador francés)

El ser humano posee un sentido metafísico de la vida que le lleva a buscar su origen, la razón de su existencia y su destino; y, en este camino se topa forzosamente con el Ser Supremo.


Los niños, a través de sus interminables preguntas: ¿Quién ha hecho esto? ¿Cómo? ¿Por qué? Van siguiendo el camino que conduce al Ser Supremo. La fe en Dios parte de la admiración de las grandezas que hay en el universo y de la necesidad de encontrar una explicación. ¿Cómo explicar el origen de la vida? Sabemos cómo se originó, pero ¿De dónde procede la materia? ¿Quién dio origen a la vida?


El hombre de hoy, vive fascinado y ensoberbecido, debido a los avances de la ciencia y al progreso que prometen hacer un paraíso de la tierra.


El hombre actual ha descubierto que se puede vivir sin Dios, como también se puede vivir sin principios, sin valores, sin moral y hasta sin dignidad. El asunto está en saber hacia dónde conduce este camino; hasta cuándo puede sobrevivir una sociedad sin fe y sin valores, y, cuál es el precio que debe pagar en forma de frustración y violencia, como consecuencia de esta concepción materialista de la vida.


La experiencia nos demuestra que cuando los hombres pierden la fe en una instancia superior (Dios), pierden los valores y se convierten en víctimas del egoísmo, de la corrupción y de la violencia.


El hombre necesita encontrar la razón de su existencia y esta respuesta, está más allá de la ciencia.


Tan importante como la fe en Dios es la fe en sí mismo, la fe en los demás y la fe en la vida. Generalmetne estas tres formas de fe van unidas y se condicionan entre sí.


La fe no es una idea. La fe es un sentimiento, una convicción interna, una certeza que proporciona alegría y seguridad.


La fe en Dios hace que la vida tenga sentido más allá de las cosas y que la muerte no sea el final.
La fe en sí mismo, hace que las personas crean en su capacidad y logren lo que se proponen, debido a que la fe genera energía, interés, e ideas.


La fe en las personas es posible cuando se tiene fe en sí mismo. La persona que cree en sí, se siente segura y protegida, por lo cual, lejos de tener actitudes defensivas, se siente impulsada a relacionarse, a compartir, a ayudar. Esta actitud le lleva a ser aceptada, respetada y querida.


La fe en la vida se alimenta de la fe en Dios, de la fe en sí mismo y de la fe en los demás. Significa que la historia y la vida funcionan de acuerdo a leyes sabias; que las personas son básicamente buenas; que la evolución es un hecho irreversible y que todo ser humano tiene muchas posibilidades de triunfar y ser feliz, si se lo propone.


De aquí que la fe sea un valor positivo mientras que el ateísmo es un carencia con repercusiones más negativas de lo que la gente supone.


El ateísmo, lo mismo que la fe, no depende de ideologías, depende de una actitud emocional que se aprende en el hogar y que se cultiva a lo largo de los años. Algunas personas son ateas porque no recibieron la fe de sus padres o porque tuvieron alguna mala experiencia y no supieron manejarla.


Por suerte, los "ateos" en su fuero interno son más creyentes de lo que ellos suponen, pero necesitan mantenerse en su negación por cuestiones de honor; sin embargo, a medida que pasan los años y cede el ímpetu de las pasiones, muchos "ateos" comienzan a reconsiderar su posición. A pesar de lo que pudiera creerse, varios estudios realizados indican que, sólo del 5 al 10 % se declaran ateos convencidos.


Me viene a la mente un recuerdo de cuando era niño. Cerca de mi casa vivía un señor mayor a quien la gente apodaba el Cabo. Seguramente por haber ejercido como cabo del ejército. él nunca iba a misa, lo cual significaba, en aquella época ser ateo. Un día caminaba con un bastón, un tanto extraño; estaba lleno de cruces realizadas toscamente con una navaja. Mis amigos y yo nos sorprendimos y le preguntamos sin tapujos: "Señor Cabo: ¿Por qué tiene cruces su bastón si usted no cree en Dios? No recuerdo cuál fue su respuesta exacta, pero la idea era que "Cuando uno se hace viejo ve las cosas de otra forma.

 

¿Por qué es importante la fe?

Estudios realizados señalan que las personas que tienen verdadera fe en Dios (no importa de qué religión se trate) tienen una visión trascendente de la vida que les proporciona fortaleza y paz espiritual.

“El concepto de Dios determina la filosofía de la vida, la moral, el concepto de la persona, la salud psíquica, las relaciones humanas y el sentido de la evolución”

El concepto de Dios es importante porque es el ideal y el modelo de desarrollo humano. Dios es la personificación de los atributos que anhela el ser humano (sabiduría, amor, bondad, perfección, felicidad), por tanto, no se trata de ser creyente o ateo. Dios está por encima de todas las religiones, ciencias y culturas. Es necesario creer en Dios, o si lo prefieres, en la verdad, en la justicia y en el amor.


La fe favorece la salud. En los últimos diez años se han publicado en Estados Unidos más de 1.200 estudios que relacionan la espiritualidad con la salud. Casi todos los estudios concluyen diciendo que: la fe y la convicción de estar protegido por una fuerza superior y el sentirse unido en una creencia con otras personas, es un elemento que incrementa las defensas frente a las más diversas enfermedades.


Conclusiones

• El ser humano es religioso por naturaleza y por tanto, la religión es una necesidad para llenar el espíritu. “Señor, nos hiciste para ti nuestro corazón vive inquieto hasta que descanse en ti” San Agustín.


• La religión no puede ser causa de angustia y de temor. Debe ser el camino hacia la libertad y la alegría.


• La religión, más que una doctrina es una vivencia de fe, de esperanza y de hermandad universal.


• La religión debe vivificar toda la vida; es decir, debe ser operante y traducirse en una forma de vida digna, generosa y responsable, de lo contrario carece de sentido

• La esencia de la religión es la fe en Dios y el amor a los hombres; es decir, el compromiso de trabajar por un mundo mejor, erradicando la ignorancia, la pobreza y la injusticia y compartiendo la verdad y el amor.


Vista de este modo, la religión, lejos de ser el "opio para el pueblo" es un estímulo y un aliciente para vivir y superarse.


En última instancia, lo importante es ser honestos y congruentes con las propias convicciones.



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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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