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Editorial 82


La soledad



El hombre nace solo, vive solo y muere solo. La primera experiencia existencial, fuera del seno materno, es la soledad.
El ser “solo” es una condición de la individualidad. Gracias a que el ser humano es “solo” tiene su propia conciencia y su propia libertad, que le permiten ser dueño de sí y de su destino. Pero el hombre es también un ser sociable. Nace en una familia y necesita de la familia y de la sociedad para desarrollarse a través de la interrelación de cada día.


Existe una soledad física. La soledad física consiste en aislarse de los demás para encontrarse consigo mismo, para reflexionar y para crear. Es la soledad del sabio, del científico, del artista, del religioso... los cuales viven absortos en su que hacer, disfrutando el placer de crear. Esta soledad es fuente de desarrollo y de creatividad. En estos casos el hombre se siente conectado con la vida, con las ideas, con la sociedad...

Existe la soledad psíquica del que se encierra en sí mismo. Se produce como un mecanismo de defensa, debido a temores, complejos, desadaptación, baja autoestima, etc. Este aislamiento, lejos de proteger, genera más angustia y desadaptación.


Existe una soledad existencial. Se trata de un sentimiento de aislamiento social y de vacío interior. Es como una sensación íntima y dolorosa de desintegración. Esta clase de angustia se debe a carencias de amor, de fe y de autoestima. La persona puede estar rodeada de mucha gente pero siente un vacío y una soledad inmensa.


La soledad existencial se debe a la falta de fe y de esperanza en instancias transcendentes (Dios), que podría dar sentido a la vida y mitigar esa angustia existencial. Esta soledad empobrece y es causa del más profundo de los dolores humanos, como es el dolor del alma. Muchas personas tratan de paliar inutilmente esta soledad existencial a través de la actividad, del éxito, de la fama, de los placeres...


Sería interesante poder saber cómo se sienten, en lo màs profundo de su ser, las personas que carecen de fe y viven sin esperanza en el más allá. Pienso que debe ser terrible vivir con la idea de que nuestra vida terminará como termina la vida de una vaca o de un perro.


Una persona normal no sufre de soledad, porque su mente está conectada con la vida, ocupada en realizar sus sueños, deseos y proyectos. No tiene tiempo muerto y por tanto, no hay espacio para la soledad. El mejor antídoto contra la soledad consiste en tener la mente ocupada en proyectos agradables que trasciendan lo puramente existencial.


Como la soledad es causada por una desconexión respecto de sí mismo, de la sociedad, de las ideas, de los valores y de la fe, necesitamos tomar conciencia de la necesidad que tenemos de conectarnos con cada una de estas instancias.


Algunas personas tienen tendencia a la introversión mientras que otros tienden a ser sociables. Esta actitud se debe en gran medida a factores temperamentales pero, sobre todo, a razones de estimulación. Cada persona necesita hacer un esfuerzo constante para relacionarse en positivo con los demás. Esta relación no se produce por el hecho de estar juntos. La gente vive apiñada en las ciudades, muy juntos desde el punto de vista físico, pero muy distantes desde el punto de vista afectivo. La relación humana exige una actitud permanente de apertura y de buena voluntad.

Nadie puede relacionarse con los demás si no tiene una buena relación consigo mismo. La relación humana se basa en la confianza, en la honestidad y en la generosidad; por cual, la mejor forma de conectarse con la vida y con la gente y así evitar la soledad consiste en funcionar en positivo. Quien funciona bien tiende a ser amistoso y sociable.


El problema de la soledad se ha incrementado en las últimas décadas. Antes el ser humano vivía unido a un medio geográfico y social que le proporcionaban sentimiento de pertenencia, pero la movilización social, la transculturización, la apertura a nuevas ideas, valores y formas de vida, hacen que muchas personas se sientan “perdidas en el espacio”.


La vida evoluciona en forma tan rápida que las personas no tienen tiempo para asimilar los cambios y las cosas que hasta hace poco nos resultaban familiares, ahora nos parecen lejanas y extrañas.


Hay que aprender desde niños a hacer amistad con el silencio y con la soledad, como partes naturales de la vida. La sociedad actual , atrapada en el agite y en la prisa, no dispone de tiempo para reflexionar ni para crear, ni para encontrarse consigo misma, lo cual le impide tener una conciencia clara de la propia vida y de sus posibilidades, comprometiendo su desarrollo y su madurez.


Sólo en el silencio, en la reflexión y en la soledad, surge la creatividad



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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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