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Editorial 9


Por qué unos triunfan y otros fracasan


Es cuestión de programación mental. Si quieres triunfar y ser feliz, tienes que desarrollar las cualidades de los triunfadores.


Todo en la vida es el resultado de leyes y de programaciones. El conocimiento de las leyes naturales nos permite conocer y dominar la naturaleza. El conocimiento de las leyes del mercado nos ayuda a triunfar económicamente. El conocimiento de las leyes psicológicas nos ayudan a mejorar las relaciones humanas. Por tanto, si quieres triunfar necesitas saber cómo hacerlo.


Los seres humanos nacen con un cerebro evolucionado que produce más de 4000 millones de impulsos y puede llegar a generar más de 60 mil ideas por minuto; pero este cerebro sirve de poco si no es programado correctamente a través de la educación.


Los seis primeros años son los más importantes de la vida, debido a que en este período se forman las estructuras mentales básicas, especialmente las afectivas, las cuales determinan la forma de ser, de percibir la vida, de sentir las cosas, de pensar y de actuar. De aquí la importancia de proporcionar a los hijos estímulos positivos y un buen método de aprendizaje que les ayuden a desarrollar hábitos mentales, disciplina y motivación


El niño recibe estímulos ante los cuales reacciona. Si los estímulos son positivos (afecto, apoyo, valoración) las respuestas serán positivas. Con el tiempo esta forma de reaccionar se consolida y se convierte en hábito; es decir en forma constante de reaccionar. Pasan los años y en cada hombre sigue viviendo el niño que reacciona casi como en la infancia.

Las personas adultas adquieren conocimiento y experiencia que les ayuda a madurar y a controlar los impulsos pero, en gran medida, siguen reaccionando de acuerdo a los esquemas mentales aprendidos en la infancia.


¿ Quién nos programa para el éxito o para el fracaso ?
La ley de la naturaleza establece que los padres son los educadores naturales de sus hijos, debido a la relación natural, genética y afectiva, que existe entre ellos. Nadie puede reemplazar a los padres y, cuando esto ocurre, los niños lo pagan caro a lo largo de toda su vida.


Un niño que es educado con respeto y con amor, crece sano, espontáneo y sociable; tiene grabado en su mente un sentimiento de bienestar que le envía en forma constante, mensajes de seguridad, de autoestima, de alegría, de motivación. El niño tiende a ser optimista, sociable y generoso; sabe ganarse el respeto y el apoyo de las personas , y, en consecuencia, le irá bien en la vida.


Si, por el contrario, el niño no recibe suficiente afecto, respeto y valoración; si es criticado, reprimido o maltratado, se graban en el subconsciente sentimientos de soledad, de temor, de impotencia y de angustia. Estos sentimientos hacen que perciba la vida, las personas y los acontecimientos como una amenaza y que tienda a reaccionar en forma defensiva, utilizando mecanismos de defensa. Los mecanismos de defensa son conductas impulsivas, irracionales y desadaptadas que, lejos de resolver, tienden a complicar las cosas.


Los padres influyen de forma determinante en el éxito o en el fracaso de sus hijos.


En general, los padres educan lo mejor que saben y en el proceso educativo transmiten sus cualidades, sus errores y sus carencias. Muchos padres, por distintas razones, programan a sus hijos para el fracaso. Sin embargo, el ser humano es libre y puede encontrar el camino que conduce al éxito.


Todos somos hijos de una sociedad represiva y hemos heredado muchas fallas y carencias. Todos tenemos mil razones para justificar nuestras fallas, pero a la naturaleza no le interesan las excusas, le interesan los hechos y saca del camino lo que no funciona.


Existen millones de personas que crecieron en situaciones muy adversas pero reaccionaron, lucharon y lograron triunfar.


Hace años paseaba por la calle central de una ciudad. Un niño limpiabotas se ofreció a lustrarme los zapatos. Mientras hacía su trabajo le pregunté:
_ ¿Cuántos años tienes?
_ Ocho años.
_ ¿Qué haces, además de limpiar zapatos?
_ Estudio en la tarde.
_ ¿Qué hacen tus papás?
_ No tengo papá y mi mamá está en casa cuidando de mis cuatro hermanos pequeños
_ Y, ¿Cómo hacen para vivir?
_ Lo que gano se lo doy a mi mamá y ella... Pero yo no voy a ser siempre limpiabotas. Estoy ahorrando para comprar una caja de manzanas y venderlas en la calle...

 

Te imaginas, un niño de 8 años que mantiene una familia de seis personas, estudia y ahorra para convertirse en un pequeño empresario. ¡Increíble!

 

De esto, han pasado más de veinte años y te aseguro que aquel niño es hoy un buen hijo, un buen hermano, un buen amigo, un buen esposo y un empresario exitoso. Pudo convertirse en delincuente pero decidió tomar el camino del éxito.


Numerosas veces me viene a la mente la imagen de este niño de 8 años; él jamás sabrá que me dio un lección de madurez y de responsabilidad que nunca olvidaré


En definitiva, los padres programan a los hijos, pero son los hijos quienes deciden triunfar o no. Cuando una persona decide triunfar, el cerebro se activa y comienza a trabajar para producir ideas y soluciones y convertir los sueños en realidad. El problema de las personas es que, por temor, inseguridad, pereza o cobardía, no asumen el compromiso de triunfar.


Es importante entender que aquí no hablamos de éxitos pasajeros como son el poder, la fama o la riqueza, los cuales no dependen de uno. Hablamos de un éxito integral, basado en el desarrollo de sí mismo y en el logro decierta calidad de vida lo cual está al alcance de todos


Ante la vida, cada uno es responsable de sí mismo, y, de acuerdo a las leyes de Causa y Efecto y de Correspondencia, cada quien tiene lo que merece.


Muchos creen que el éxito depende de la suerte, pero, no es así. La suerte no viene al encuentro de uno. La suerte la construye cada uno. La suerte está ahí, al alcance de la mano, pero no podemos verla porque somos miopes mentales. Cuando desarrollemos las cualidades que caracterizan a las personas verdaderamente triunfadoras, encontraremos la suerte.


Existen ciertos parámetros universales que definen el éxito; sin embargo, el éxito es algo muy íntimo y personal. Lo importante es sentirse bien consigo mismo.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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